jueves, 28 de junio de 2007

En el parque de Quevedo







¡Yo soy!












Soy la sombra que, bajando las escaleras que dan acceso a la entrada principal del Parque de Quevedo; mojada por los chorros del agua de la fuente, me paro frente a tu busto; Quevedo.

¿Quién le iba a decir a tu señora madre, María de Santibáñez, que aquel pequeño de seis años; huérfano de padre, más bien poco agraciado, cojo, gordo, corto de vista... iba a llegar hasta aquí? Pero ella supo mirar más allá y confió en la gran inteligencia de aquel hijo, que a la sombra de la realeza, consiguió ser conocido en toda su patria entonces, y más tarde en todo el mundo.

¡Qué orgullosa se sentiría hoy, en pleno siglo XXI, si supiera que aquí en León y por toda España se levantan estatuas de ese hijo feo y débil por fuera, pero sabio y fuerte por dentro.



Ella vio en ti, a pesar de que murió cuando sólo contabas 20 años, las cualidades que ahora vemos todos.
Pero...ya dejaste dicho: "Los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan"





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