lunes, 7 de abril de 2008

En la Bolera de San Marcos






¡Yo soy!





Dos hombres de la tercera edad conversan, mientras otros preparan la bolera para empezar a jugar. Mi sombra escucha el diálogo desde arriba, entre un grupo de personas que esperan a que comience el juego.

_¿Te acuerdas de Gonzalo López aquel que vivía en Astorga?

_¡Sí, hombre sí, cómo no me voy a acordar!. Que su padre murió de cáncer cuando él tenía 14 y lo metió su tío a trabajar en el Registro de la Propiedad. Tenía muchas hermanas, eran lo menos ocho, pero él era el único varón.

_¡No, eran siete! Una de ellas se casó con un Guardia Civil que lo destinaron a Ponferrada, pero también quedó viuda muy joven.

_Sí, otra que era muy guapa estaba de maestra en La Cabrera, se casó allí con un ricachón y dejó la carrera. Un hijo suyo puso una pescadería en Madrid.

_Sí, sí la mayor era amiga de la mi Josefa y venía muchas veces por casa.

Cuando ya me iba a ir porque con tanto rodeo, no iba a saber lo que había pasado. ¡Por fin me entero!

_Pues resulta que lo pilló un coche en Jaén y lo mató. Recuerdo que hace un mes estuve con él en el entierro de Genaro y me dijo que se acababa de jubilar. Cuando le comenté que ahora a disfrutar de la vida, me contestó: " Con esa mierda de pensión que nos dejan". ¡Mira ya no le hizo falta ni poco ni nada!.

Me fui preguntándome: ¿Por qué los viejos no van al grano? ¿Será que quieren aparentar que tienen buena memoria?


Ya lo dijo Gourmont: "La enfermedad, la vejez, la muerte: tres grandes humillaciones para el hombre".



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