martes, 16 de abril de 2013

¡Cuervos cría!






 Su única hija era para ellos su vida, todo les parecía poco para su niña que ya había cumplido la mayoría de edad. Cuando sacó su título de licenciada se sintieron felices de haber contribuido a su éxito en los estudios a los que ellos no llegaron.

 Se enamoró de un extranjero maltratador. Los disgustos comenzaron. Aún así tuvo un hijo con él. Ahí empezó lo más triste. Los mayores sin nietos no imaginan lo que suponen éstos para los abuel@s, con razón se dice que éstos son dos veces padres. 

Estos abuelos cuando por fin su hija logró separarse del padre de su nieto, se volcaron en el niño. En el camino quedaron juicios, lágrimas y dinero, mucho dinero y más lágrimas. Cuidaron de su hija y de la educación de su nieto que ya adolescente se trasladó con su madre a otro lugar al que los abuelos iban de vez en cuando. ¡Nunca comunicaban a nadie su viaje para que la seguridad de su hija y la de su nieto no se viera amenazada! 

Su hija comenzó una nueva relación y fue perdiendo en la distancia la que tenía con sus padres. La abuela, de siempre con una salud delicada, tuvo que ser recluida en una Residencia. Allí, la anciana sólo sueña con la visita de su hija y su nieto que nunca llega. El abuelo comenta: ¡Si al menos viniera mi nieto!

La cuenta de ahorro de la abuela, en la que compartía titularidad con su hija,  ha pasado a manos de ésta que la maneja a su antojo. El nieto sueña con abrazar a sus abuelos. A pesar de ello la madre no facilita a su hijo los medios para realizar la visita deseada, sacando a colación los gastos y la crisis.

Así transcurren los días en soledad para el abuelo y en añoranza para la abuela. Ellos, que criaron y protegieron a su nieto como a un hijo. Ellos, que siempre apoyaron a su hija en los momentos difíciles.

La anciana no quita sus ojos de las puertas de la Residencia esperando que por alguna de ellas aparezcan su hija y su querido nieto.


La "crisis" no puede ser culpable de nuestros errores:  "La vejez no es triste porque cesen nuestras alegrías, sino porque terminan nuestras esperanzas" de Johann Paul Friedrich Richter.




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