jueves, 31 de octubre de 2013

"Sobre el mármol"






Sobre el mármol las flores recién colocadas, bajo el mármol... tus cenizas.

Miro la plaquita con tu nombre y la fecha: 19-III-92. No necesito mirarla para recordar esa fecha con serenidad. ¡Por fin acabó tu sufrimiento! Tenías 11 años menos que papá y te oí comentar más de una vez: "Por ley de vida, tu padre se irá antes que yo, él irá bien atendido por mí, yo, ¡sabe Dios...!" No te dejaba continuar: Tú igual que él, ¡faltaría más! Pero no se cumplió la "ley de vida" y tú te fuiste antes que él. La palabra maldita, acabó pronto con tu vida. Han pasado más dos décadas desde aquel 20 de marzo, pero sigue  vivo en mi presente:  
Por la mañana te visitaron varias personas, entre ellas la anciana Florinda, nuestra vecina, que me dijo cariñosamente: Mira "rica", no dejes un momento sola a tu madre, porque creo que según respira no pasará de esta noche. Por la tarde, unas horas antes de tu muerte se dignó a visitarte el señor cura, supe más tarde que fue a petición de una tía nuestra. Yo creía que visitar a los enfermos era una obra de caridad. Pero tú, apenas ibas por la iglesia y no habías cumplido con Pascua. Me preguntó si te daba los últimos auxilios. Con entereza le dije que la Comunión imposible. Ya nada pasaba por tu garganta  Para la Extremaunción ya era demasiado tarde, sólo querías descansar. Tuviste tiempo de arreglar tu espíritu durante tu enfermedad y lo hiciste, a tu manera, libremente, pero no como el cura hubiera querido. 
Por la noche me tumbé en la otra cama a tu lado. Respirabas cada vez con mayor dificultad. Mi sombra rogaba para que acabara tu sufrimiento, para que te entregaras a la muerte sin ofrecer resistencia. Hubo un momento crítico. Llamé a mi padre y a mis hermanos. Todos te contemplábamos a los pies de la cama.  De pronto tuviste un estertor, pensé que habías expirado. Me acerqué y cerré tus labios. Oímos el último suspiro. ¡Esta vez sí fue el final! Perdóname si no te dejé dar el último suspiro plácidamente, era la primera vez que  presenciaba una entrega definitiva.

Tu Entierro: 
 ¡Murió Isabelita! Fue la noticia que corrió por el pueblo aquella mañana de sábado en la que comenzaba la Primavera. Hacía un día precioso. Por la tarde las calles del pueblo se llenaron de coches, de gentes de fuera y del pueblo que vinieron a despedirte. Fue un entierro multitudinario, no se cabía en la iglesia, decenas de personas quedaron fuera. Dentro, dos personas se marearon. El que peor se portó fue el cura que ni siquiera dio las gracias a los presentes por acompañarte y acompañar a la familia.En sus palabras de despedida no hubo ni una sola palabra para ti. ¿Es normal que no se hable de la protagonista en un entierro? Pues  así fue, todas sus palabras fueron encaminadas a criticar indirectamente a la familia por su poca religiosidad. El cura no sabía y no se molestó en informarse quién eras tú. ¡Por eso le extrañaba que hubiera tanta gente! 

El cura no sabía que no había una sola familia en el pueblo a la que tú no hubieras hecho un favor: No sabía que:
_Ayudaste a traer muchos hijos del pueblo al mundo.
_ Pusiste miles de inyecciones a los enfermos cuando no había practicante y cuando sí lo había.
_Curaste muchas heridas.
_Cocinaste en más de una boda.
_Cortaste vestidos a vecinas.
_Bordaste para algunos eventos, comedias, bailes...
_ Enseñaste punto y ganchillo a más de una... 
_Hasta "estañaste" más de un cazo o una tartera. 

¡¡Isabelita era mucha Isabelita! Decía la gente. ¡Sólo el cura forastero, pero con años viniendo al pueblo,  no sabía nada de tu vida y...  Salió del templo tras el coche, ordenando a los de la funeraria: "Vayan rápido, lo más rápido, lo más rápido" 

Mi padre, tu marido, al que faltaban cuatro días para cumplir 84 años, caminó con la lengua afuera los más de 500 metros que separan la iglesia del cementerio intentando seguir de cerca al coche funerario. ¡Será la última vez! dijo. No importa, las personas que te acompañaron nunca olvidarán tu ayuda en momentos importantes de sus vidas. 


A mi sombra la confortó tu muerte: "Piensa en lo bello que es morir a tiempo, y cuánto ha perjudicado a muchos el haber vivido demasiado" de Lucio Anneo Séneca.        




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