jueves, 5 de febrero de 2015

"El abrigo"





 ¡Me lo han cambiado! 

Eso fue lo que dijo su mujer cuando llegó a casa con un abrigo de piel muy parecido al suyo. Su marido comentó: ¿Pero cómo que te lo han cambiado, no lo conoces? Sí, pero por eso te digo que no es éste.

Entonces vivía en Segovia y para mayor seguridad fue a Madrid y eligió una de las más prestigiosas peleterías de la capital. La prenda lo requería. Era un abrigo de visón que le había costado un ojo de la cara y la mitad de otro con unos enormes cuellos en estola que deseaba adaptarlo más a la moda actual. El abrigo ya tenía sus años pero seguía valiendo un pastón así que decidió llevarlo para que le hicieran unos arreglos. 

Eligió una de las pieles más parecidas para modernizar el cuello y los puños. Cuando pasó el tiempo que le dieron para finalizar los arreglos, fue a recoger su abrigo. Nada más tocarlo dijo que no era el suyo. El dueño del establecimiento intentó convencerla. Se fue con el abrigo a su casa y siguió diciendo que no era su abrigo. Buscó en uno de sus álbumes y sacó tres fotografías que demostraban que su abrigo tenía cortes que aquél no tenía. 

Volvió con el abrigo a la peletería y enseñando las fotografías al dueño le demostró que aquél no era su abrigo y que por lo tanto el próximo paso era denunciarlo. En ese momento el peletero cambió su cara que pasó del rojo al blanco en un santiamén. Cuando pudo hablar le dijo a la señora que por favor eligiera el abrigo más caro que hubiera en la peletería y que fuera de su agrado. La mujer se lo pensó. Dio una vuelta por la tienda y vio preciosidades en piel mucho más modernas que su abrigo. Pensó en un juicio interminable. Finalizarían varios inviernos y no se habría resuelto. ¡Se decidió! Eligió un abrigo que sobrepasaba con creces el coste y los arreglos del que había sido suyo. 

A pesar de todo al acariciar su nuevo abrigo, su tacto no se parecía en nada al primero. ¿Qué hizo con su abrigo el "prestigioso" peletero? Nunca lo supo, pero no le gustaban los juzgados.


Para que te fíes del prestigio: "El comercio es la escuela del engaño! de el Marqués de Vauvenargues.



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