martes, 24 de marzo de 2015

¡¡Qué jeta!!


 


¡Vaya morro! Lo cuento: 

Un repartidor vino a nuestra casa y entregó un paquete a mi marido. Aclararé que es habitual que nos entreguen paquetes de nuestros jóvenes vecinos que son visitadores médicos y nos han pedido por favor que le recojamos sus paquetes pues ellos por su trabajo no suelen estar en casa. Así que mi esposo recogió el paquete y firmó. 

Nada más irse el repartidor, mi esposo, miró la dirección y vio que no era para nuestros vecinos como pensó sino para otro número 22 en una calle cercana. De buena fe, mi pareja se dirigió a ése número. Tocó el timbre, ladró un perro y abrió la puerta una mujer de unos 40 años. Llevaba un pijama rosa con un corazón azul en el pecho, zapatillas en chancleta y el pelo desaliñado, le entregó el paquete después de explicarle el error suyo y del repartidor. La mujer cogió el paquete y le dijo:

 _¡Ah, sí!, seguro que será el móvil que encargó mi hijo. Pues gracias. De nada, contestó mi hombre. Regresó a casa y me lo contó. 

Al cabo de dos días llegó de nuevo a nuestra puerta el mismo repartidor y le contó a mi sombra, pues mi pareja no estaba, la confusión que había tenido. Mi sombra le explicó que ya estaba todo arreglado que mi consorte lo había entregado en la dirección correcta. 

Pasaron ocho días y de nuevo el repartidor se presentó en casa para decirme que no paraban de insistir en el Corte inglés que les enviaran el pedido. Yo le volví a decir que estaba entregado, pero que en ése momento mi cónyuge no estaba en la vivienda, que sobre las seis llegaría y no tendría inconveniente en acompañarle hacia el número 22. El señor no volvió y mi sombra pensó que ya estaba todo arreglado.

Pasaron unos días y volvió el repartidor. Esta vez estaba mi marido y le acompañó a la casa. Por el camino le explicó que tenían un perro, que le había comentado la mujer que sería el móvil que había encargado su hijo... Nada más llegar ante el adosado oyeron ladrar al perro. Abrió la puerta la misma señora con las mismas pintas: mismo pijama, mismas zapatillas y mismo desaliño en el pelo. 

_Mire aquí viene conmigo _explicó el repartidor_ el señor que me ha dicho que le entregó el paquete. La señora lo negó y dijo que se lo habría entregado a su madre que ahora no estaba que pasaba unos días en...

 _No señora _la interrumpió mi esposo_ se lo entregué a usted que me dijo que sería un móvil para su hijo ¿cómo iba a saber yo lo que contenía el paquete si usted no me lo hubiera dicho?

Pues ni por esas, siguió negándolo añadiendo que ella no tenía hijos. Total el repartidor y mi pareja se fueron sin conseguir que admitiera que había recibido el paquete. El repartidor le dijo a mi esposo que no se preocupara, que estaba todo claro, que no iban a poder utilizar ése teléfono, que por mucho que la mujer lo negara él sabía que mentía y desde luego no estaba ella sola en el ajo. ¡Vaya cara! 

Mi sombra alucinó. Menos mal que con los medios que hay hoy un teléfono se rastrea y se sabe muy bien quien lo utiliza. De lo contrario o el repartidor o nosotros cargaríamos con la culpa. 


Pero...! Habrá desfachatez mayor!: "Se puede confiara en las malas personas, no cambian jamás" de Brandi Carlile.



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