jueves, 10 de septiembre de 2015

"Regresando"




 Sí, regresando que es gerundio. 

Me acostumbré a las largas vacaciones, cuando curraba y ahora me gusta volver, como siempre, con los escolares. 

Este hermoso verano de calor y sol en el que me siento como pez en el agua, está dando sus últimos coletazos. Mi sombra ha oído a alguno/as quejarse y siempre aclaro: ¡Basta de quejas! Que se quejen en el centro, en el sur y en el este de España, lo entiendo, pero en el norte creo que está de sobra protestar por las altas temperaturas. Casi todos tenemos la suerte de ser de pueblo o tener algún pueblo como nuestro. La pena es que la mayoría tenga cortas vacaciones.

En nuestros pueblos a pesar del calor dormimos con la sábana y la colcha, en mi caso con la manta sobre la tripa, agustito sin sudar ni dar vueltas ¿alguien da más? Para estar aún mejor pensemos en el invierno que como decía mi abuela: "En León, al invierno nunca lo come el lobo". 

A pesar de que me encanta el calor, sigo siendo afortunada y crucé el charco para ir a Perú, o sea al invierno, es verdad que comenzaba, pero nada parecido al nuestro: ni abrigo, ni botas, ni gorro... a pesar de los gorros vistosos que nos muestran los peruanos. Me llamó muchísimo la atención el negro pelo de las mujeres y sobre todo las más mayores con sus trenzas, su calzando siempre con sandalias de piel de llama y su peso a la espalda, bien un bebé o un hato de ropa, siempre cargadas como mulas que parece que la carga las hace aún más bajitas, pero amables, siempre amables en su timidez. 

Tuve la suerte de conocer y caminar sola y acompañada por muchos lugares hermosos de esa tierra y... ¡Cómo no! Por una de las siete nuevas Maravilla del Mundo que es Machu Picchu. Si alguna vez lo visitan les deseo que tengan un precioso día soleado como fue nuestro caso y sobre todo que les acompañe un guía, joven, culto, que ama a su país y a sus gentes, llamado Julio César. ¡Nada hubiera sido igual sin él! Sin sus explicaciones, sin su interés porque nos lleváramos la mejor historia de sus antepasados, cuando la mayoría se preocupa por la mejor imagen. Nos hizo admirar aquellas piedras y amar aún sin conocerlas, a las gentes que vivieron, trabajaron y estudiaron en ese hermoso laboratorio astronómico. 

En la actualidad son muchas las personas que llegan dos veces al año, en el solsticio de verano y de invierno vestidas de blanco como verdaderos sacerdotes "orejones" a estudiar el cielo, el sol y las maravillas que se ocultan bajo estas hermosas piedras y sobre ellas. 


Termina una etapa calurosa: "Todo termina a fin de que todo vuelva a empezar, todo muere a fin de que todo reviva" de Jean-Henri Fabre.



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