¡Mara, al molinillo!
Pues sí, es muy pequeño, todo de madera menos el cazo y la manilla con su plaquita de metal dorada. Mi madre tenía uno parecido pero mucho más grande que siempre estaba en el primer basal de la alacena. En las baldas mi madre doblaba papel blanco en abanico le hacía recortes y los colocaba en la alacena con chinchetas, desde detrás de los cristales parecían preciosas puntillas de adorno. En lo más alto estaban los tarros con guindas en aguardiente para el dolor de tripa y otras bebidas alcohólicas lejos del alcance de los niños.
¡Mara, al molinillo!
Es de la marca ELMA. La tapa de arriba tiene las esquinas redondeadas. Mi tío lo tenía en la cocina de humo que olía a sopas de ajo con pimientos verdes. Él hablaba poco y leía mucho. También tengo uno de sus libros "Guerra y Paz", que a mí me parecía con ocho o diez años un "tocho" que sería aburridísimo. En su habitación tenía una enorme "arca" muy antigua donde guardaba todas sus pertenencias y despertaba en mí mucha curiosidad.
¡Mara, al molinillo!
Es de un color tostado y el brazo de metal con la pieza de madera al final para girarla. A mi tío le lavábamos la ropa en casa y yo iba a llevársela a la suya. Un día que le llevaba la ropa limpia, al pasar por delante de la casa de Pilar la de Trinchera (ése era el apodo de su marido), resultó que la perra de Trinchera me mordió en el muslo. Llegué a casa asustada y mi madre dijo que al médico. Fuimos a Villares, el pueblo cercano donde vivía Don Abundio. No recuerdo la cura pero sí las palabras del médico a mi madre: Isabelita, tienen que matar al animal. Nunca supe qué ocurrió pero no creo que la mataran porque Pilar, le dijo a mi madre que era muy buena, que seguro que al verme pasar, sentiría celos porque tenía cachorros. Mi madre no le pediría tal cosa en una situación así.
¡Mara, al molinillo!
Su recipiente de metal en forma de media esfera es azulado y tiene un pequeño apéndice para abrirlo y cerrarlo. Cabe muy poco café en el recipiente y hace bastante ruido al girar la manivela. En el de mi madre recuerdo haber molido mucho café. El café lo traía a casa un chico de estraperlo desde Portugal. El paquete de un kg, tengo su imagen nítida. Era muy grande de papel transparente de celofán o parecido, con una negrita dibujada hacia el medio del paquete.
¡Mara, al molinillo!
Saco el cajoncito y miro con curiosidad su interior. Dos sencillas piezas metálicas encajadas, por la interna salía el café molido en su tiempo. Además unas varillas metálicas a los lados para encajar bien el cajoncito. Como mi tío vivió con mis padres los últimos años de su vida, el molinillo pasó a manos de mi madre y de las de ella a las mías.
Como ya hace muchos años que está jubilado y ahora a los viejos apenas se les escucha, el molinillo, con más de 100 años, me ha contado muchas cosas de mi infancia y yo le he escuchado muy atentamente. Alguno de mis hij@s lo heredará y le seguirá contando cosas si saben escucharle.
Lo último que me ha dicho: "Y rara vez la suerte en sus vaivenes conforma las edades con los bienes" de Lucano.