¡Yo soy!
Con la reciente visita del Papa a Cuba, muchos cubano se habrán convertido en cristianos practicantes. A mi sombra le ocurrió todo lo contrario.
Fue en un viaje a Cuba, en busca de mis ancestros, en el año 1984. Me habían advertido que los cubanos que iban a misa o practicaban la religión católica, eran mal mirados por El Partido, aún así muchas personas lo hacían..
Entonces mi sombra cumplía con la mayoría de las prácticas religiosas. Entré en una iglesia de un rincón de La Habana. Me encantó la imagen de la Patrona, la Virgen de la Caridad del Cobre. Todo lo demás se parecía mucho a cualquier iglesia española. Los ventiladores que giraban colgados del techo, junto con los rostros y voces de varias personas que rezaban, me señalaban que estaba en el Caribe.
Decidí confesarme. El confesionario era una estancia desangelada y amplia. En medio de ella un sacerdote sentado en una silla y a su lado otra silla donde se sentó mi sombra. Nada más entrar me sentí incómoda, hubiera vuelto hacia atrás, pero no me atreví. Me confesé y... ¡De pronto todo me pareció mentira! Allí pocos podían practicar la religión a sus anchas entonces, y sin embargo, eran fanáticos los que se decidían a hacerlo.
¡Se me rompieron los esquemas! En Cuba poca práctica que era mucha fe, aquí en España, mucha práctica que era poca fe. Dejé de ir a misa, dejé de ir a comulgar, dejé.... En cuatro palabras: dejé la práctica oficial.
Don José, el cura del pueblo, no se explicaba mi ausencia. Los maestros en los pueblos han de ser los primeros en dar ejemplo. Eso pensaba él. ¿Ejemplo de qué, pensaba Mara, de cinismo? Respeto a los creyentes de cualquier religión. Pero a partir de entonces me fue imposible comulgar con ruedas de molino.
Mi espiritualidad sigue intacta. Siento la vida leyendo la Naturaleza, mirando jugar a los niños u entrando en La Pulcra. Seguí siendo lo que era y sigo siendo lo que soy.
¿Entonces...? "Leer las montañas es tan jubiloso y cristiano como leer la Biblia" de Juan Pablo II.