Llegó la vendimia. Con ella, vienen a mi mente de sombra los recuerdos de niños y la gran importancia que se le daba. Hoy pocas familias en el pueblo tienen viñas, pero la mayoría de ellas las tenían, excepto nuestra familia que carecía de viñas y las añorábamos. En alguna ocasión lo he mencionado.
Esta anécdota ocurrió siendo los protagonistas mis dos hermanos pequeños. Tendrían 8 y 7 años respectivamente. Un día poco, antes de la vendimia, se le ocurrió una gran idea. Ir a robar uvas. Supongo que primero comerían algunas y luego con una jaula llena, atada a la bicicleta, se fueron a recorrer el pueblo picando en las puertas de los vecinos para tratar de venderles uvas.
Lógicamente a la tercera casa que llamaron se presentó el guarda, avisados por los vecinos que sabían de dónde procedían las uvas que ofrecían. Además de hacerle devolver la mercancía a su dueño, mis padres tuvieron que pagar una multa de siete pesetas que era una cantidad no despreciable para aquellos años.
Para más Inri, el guarda era tío nuestro. Así que, la primera multa fueron un par de bofetadas a cada uno por parte del guarda que asumieron mis dos hermanos sin rechistar.
Algo duro fue el castigo teniendo en cuenta las edades, pero iba con los tiempos: "La más estricta justicia no creo que sea siempre la mejor política" Abraham Lincoln.