Mi sombra tenía seis años y aquel día las campanas tocaron a "din, dan" No ocurría muy a menudo pero era la señal de que había muerto un niñ@ en el pueblo. Me impresionó mucho saber que eras tú.
Sólo tres niñas teníamos seis años, solo tres niñas eramos "quintas" y había muerto una de ellas, Candidina. Mis pocos años impresionados pensaban que podía ser la siguiente y preguntaba a mi madre si yo también me iba a morir como tú.
Los niños y niñas fuimos a tu entierro como era costumbre. Te enterraron en el único panteón que había entonces en el cementerio del pueblo. ¡Enorme le pareció a mis pocos años, para tu pequeña caja blanca! Los niños y niñas nos acercamos pisando otras tumbas cubiertas de malas hierbas a pesar de que alguna mujer nos advertía que no pisáramos por ellas. Entonces las sepulturas eran de tierra. Sólo se arreglaban las tumbas por estas fechas de Todos los Santos y a veces no se veían con los hierbajos o no las notaban nuestros pequeños pies. A través de otras tumbas llegamos a la tuya preciosa, toda de mármol blanco. Tu blanca caja la bajaron con cuerdas unos hombres. Por mucho que estiré mi cuello apoyada en la barandilla de tu sepulcro no pude ver el fondo al que te bajaron. No te arrojaron tierra como lo hacían siempre en otras fosas y sentí alegría por eso. Tiraron los hombres de las cuerdas y tú quedaste allí abajo cuando colocaron la lápida encima. A pesar de mis pocos años, sabía que no volvería a verte. Aun así, hubo un tiempo en el que cada año por Todos los Santos deseaba levantar aquella enorme losa y ver si aún estabas allí.
Te dejamos tristes bajo la piedra blanca. Al bajar la cuesta que va de regreso al pueblo, mientras las campanas seguían tocando a "din, dan", otras niñas y mi sombra de niña, dejando atrás la tristeza y viviendo el presente, acompañábamos saltando el sonido de las campanas con una letra que sólo se oía cuando era un pequeñ@ quien dejaba este mundo:
Din, din, din, dan,
al cielo van.
.Din, din, din, dan,
al cielo van...
Ha pasado más de medio siglo. Siguiendo la tradición colocamos flores sobre las lápidas. El mármol de tu panteón está deteriorado pero cada vez que entro en el cementerio, ya repleto de otros mármoles nuevos y brillantes, mis ojos se van hacia tu tumba. A mi sombra le sigue pareciendo demasiado grande.
Son días de reflexión: "Siempre son los demás los que mueren" de Marcel Duchamp.