Hace más de una hora que comenzó el claustro. Sus más de cincuenta profesor@s escuchan al jefe de estudios. Habla de ética, responsabilidad, seriedad...
El profesor que hace círculos con su bolígrafo sobre una hoja en blanco, razona en silencio:
¡Pero... de verdad estoy escuchándole? ¿Está hablando de ética? ¡No puede ser! Dime de qué presumes... ¡A mí, a mí me hablas de ética con lo que me cuentas! Los que te escuchan no lo saben, ni siquiera se lo imaginan... Tío, te dejé mi casa para que lo pasaras bien con la "maragata" varios años, hasta que me casé y tuviste que buscarte otro sitio. ¿Y... qué sitio? Más de una se desmayaría si lo supiera. ¡Está claro! Si vais a un hotel tenéis que identificaros y tarde o temprano os descubriría alguien.Tu mujer tiene unos cuernos más grandes que los del toro de Osborne de la Madrid-Coruña y tú hablas de seriedad. Lo penúltimo que me has contado me eriza el vello. Lleváis más de dos años viéndoos los fines de semana... ¿Dónde? ¡Aquí! Ni a la más experta imaginación de los aquí presentes le pasaría por su mente. ¡Echáis vuestros polvos en la Jefatura de Estudios! ¡Qué jeta! Aquí en el Instituto. Sin dejar rastro. Y mucho más barato. ¡No te jode! A lo mejor trasladáis un par de colchonetas del gimnasio para estar más cómodos.
Pero... lo último, lo último es ya de película. Se me parte la caja, como dicen los alumnos. ¡Mira que saltar la alarma mientras retozabais! Mira que si la policía os pilla "infraganti"... Me cuesta disimular la risa. Hablas de no poner zancadillas, de hablar claro, no ir por detrás... Pero cabrón, tú de qué vas? ¿Te das cuenta que yo también te estoy escuchando?
Ya lo escribió G. de Porto-Riche: "Fiel. ¡Ay! Esto apenas si hoy es el nombre de un perro"