Por San Valentín, la publicidad machacona me ha hecho recordar los amores importantes de mi vida. Bien pues Amador se llamaba y se llama mi "primer amor". Estoy segura de que nunca leerá este blog, pero si lo hiciera, nada de lo escrito sería nuevo para él. Cuando una pasa de los sesenta no le importa contar más de una vivencia.
Mi sombra contaba entonces quince abriles y Amador tenía 25 años. Por muchos motivos hoy y ayer esa relación sería muy difícil. En aquellos años y en un pequeño pueblo, era imposible. Amador trabajaba en el alambique que mis padres tenían. Nos veíamos a diario. Fui una adolescente muy madura, aún así, se podías haber aprovechado y nunca lo hizo. Siempre conté con su respeto.
En el pueblo había un lugar, "La Pista" donde se reunían para bailar los domingos, los chicos y chicas del pueblo y alrededores. Bailábamos música disco: pasodobles, vals, música del Dúo Dinámico, de Juan Pardo... En esos años la costumbre era que cuando una chica bailaba con un chico otro chico podía cortar el baile si la chica le decía que sí, así, en una misma pieza podías bailar con tres o cuatro parejas diferentes. A los chicos del pueblo nunca les decíamos que no, por supuesto, yo bailaba hasta con "Carracón" que me caía fatal.
Sobre las cinco o seis de la tarde comenzaba el baile. Una hora y media más tarde aparecías e ibas a sacarme a bailar. ¡Por supuesto que te decía que sí, soñaba con ese momento! Lógicamente ningún adolescente de mi edad se atrevía a cortar el baile a un hombre hecho y derecho como tú. Por lo tanto el resto de la tarde era totalmente nuestra.
Amador bailaba muy bien y yo me dejaba llevar en todos los sentidos. Los bailes lentos se bailaban muy juntos y tenías una forma tan delicada de apretarme contra tu pecho, con tanta suavidad, tacto y delicadeza que yo en tus brazos me sentía la Reina de Saba. Cuando tus labios rozaban mi pelo o mi frente en un disimulado beso, un estremecimiento recorría todo mi cuerpo como si recibiera una descarga eléctrica. En tus brazos me sentía frágil, bella y feliz, sobre todo feliz, nada comparable como cuando bailaba con los chicos de mi edad.
Ponías tanta atención, cuidado y respeto en nuestra relación, por la cuenta que te traía, claro está, que todo el mundo lo sabía a nuestro alrededor pero nadie decía una palabra o hacía una broma al respeto. Era, para todo el mundo, un secreto a voces que nos amábamos.
Un día por la mañana me preguntaste: ¿Estuviste ayer con "el Pego"?. El Pego era mi vecino un año mayor que yo. Por supuesto que no, te contesté. Es que... _continuaste_ me han dicho que os vieron charlando ayer al atardecer. Mis ya dieciséis años explotaron de alegría por dentro, aunque por fuera me mantuve seria. Aquello para mí fue un gran cumplido. ¡Tenías celos de mi vecino!
El tiempo transcurría mucho más despacio de lo que ambos deseábamos. Un mes antes de cumplir los 17 abriles, se me abrió una puerta en forma de oportunidad que decidí atravesar. Nunca me arrepentí de haber cogido ese tren. Me fui a Cataluña a Ripoll, a la SAPHIL, a trabajar y a estudiar y la distancia se encargó de lo demás.
Me amaste y te amé pero nunca salió palabra alguna de nuestras bocas confirmándolo. ¡No hacía falta! Ambos sabíamos que debíamos dejar pasar el tiempo antes de permitirnos gritarlo a los cuatro vientos. A tu lado brillaba mi mirada y una aureola de rubor cubría permanentemente mis mejillas. Hablábamos de todo, pero no de lo nuestro. No hacía falta palabras, el amor no se puede ocultar. Tú te perdías en mis ojos claros, "ojazos" me llamabas, yo sólo deseaba ser mayor. Bailábamos y bailábamos pegados el uno al otro, éramos una pareja... un tanto especial.
Un día de abril me alejé de ti llevando tus manos en mi cintura, con la canción de Adamo, tu respiración en mi cuello, mi pecho en el tuyo, tus labios rozando mi frente, mi pelo en tu cara, no te dabas permiso para más. Sabías que esa chiquilla que era yo, te correspondía, entonces... ¿Por qué se fue...?
La despedida fue triste. Lejos de ti bailé otros bailes, conocí otros brazos, besé otros labios... Pasaron los años, creo que ambos hemos tenido suerte y la vida nos ha tratado muy bien. Hace un tiempo coincidimos en un entierro. Nos dimos un abrazo y dos castos besos como si hiciera tan sólo un mes que no nos veíamos. Siempre he guardado de ti un grato recuerdo. El tiempo pasó... Hoy soñé que ponías tus labios suavemente en los míos, me estremecí y me desperté.
Todo ocurrió en silencio: "No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay" de François De La Rochefoucauld.