miércoles, 25 de junio de 2014

¡¡A la hoguera!!






 ¡León en fiestas pasadas por agua! Pero ya se sabe "al mal tiempo buena cara".

¡Qué forma de llover la de la Noche de San Juan! Menos mal que nos dio un pequeño respiro para admirar lo fuegos y ver cómo se consumía la hoguera con su cubo de Rubik en lo alto.

Muchas personas escribirían sus deseos a resguardo de la lluvia y con fe los  arrojarían al fuego para que se cumplan más tarde o más temprano. Mi sombra decidió no pedir deseo alguno pero sí enviar a las llamas lo que no puede arder pero que deseamos se convierta en cenizas:

¡¡A la hoguera!! Los sentimientos negativos, las angustias humanas, las crisis personales, el sufrimiento infantil, el maltrato, las peleas, las guerras y contiendas, la corrupción, el abuso venga de quien venga, las mentiras y falsedades, los dolores y enfermedades, las penurias de los que le falta lo imprescindible, el egoísmo de los que no se conforman con lo superfluo, las pérdidas de los que tienen poco, las ganancias irregulares de los ricos, las equivocaciones de los padres, las incomprensiones de los hijos... 

¡¡Todo, todo, a la hoguera!! Que las llamas consuman la insensibilidad y la apatía de nuestras vidas quemando los viejos perjuicios para renacer de las cenizas con el verano que comenzamos.


¡Hasta septiembre!: "La vida es un tráfico donde se balancean las perdidas y las ganancias" de la reina Cristina de Suecia.



lunes, 23 de junio de 2014

Viajando (2)






 Otra experiencia flipante y única en este viaje a Egipto ocurrió en el Nilo. Al llegar nuestro barco a la ciudad de Esna se ha de pasar una "esclusa". Allí tuvimos un tiempo de espera hasta que nos llegó el turno detrás de otro barco que iba delante del nuestro. ¡Todo el pasaje subió a cubierta para ver el espectáculo del paso del barco por la "esclusa"!

 De pronto se acercan  muchas barquitas que nos rodean. Eran lo menos veinte barquitas todas con hombres jóvenes que mostrándonos prendas: chilabas, manteles, pareos, pamelas... gritaban desde el agua:

-¡María, mira, compra! ¡Chica guapa, compra! ¡Olé España, cómprame! ¡Valenciana, compra! ¡Teresa compra, mira más barato que en Canarias! ¡Javier, mira, esto es la hostia! 

Todos alucinábamos lo mismo hombres que mujeres. Sin saber el idioma, la de cosas prácticas que decían para vender. Pero ahí no quedó todo. De repente empezaron a tirarnos bolsas de plástico desde sus barquitas a lo alto de nuestro barco con tres o cuatro fulares, con dos chilabas, con mantelerías, trajes, casacas…

Unas bolsas caían en la piscina del barco otras fuera, las cogíamos mirábamos su contenido... la gente empezó a gritar desde arriba con una prenda en la mano: ¿Cuánto? Desde abajo gritaban: 40 libras. No, 20 libras. ¡Vale, dejo la verde! y le tiraba la bolsa cerrada con la otra prenda y las 20 libras.  Si no caían en la barquita, no importaba, alguien de otra más cercana  las recogía. Nada quedaba sobre el agua. A una mujer que regateó mucho,  uno de ellos le gritó: ¡Catalana mafiosa! Nos moríamos de la  risa ante tamaño espectáculo. ¡Fue algo increíble! En el agua y a aquella altura, bolsa va y bolsa viene. 

En mi segundo viaje a Egipto se había ampliado la "esclusa" y ya no aparecieron las barquitas que tanto nos divirtieron. En su lugar aparecían niños por la orilla del río, que tiraban al barco cubiletes de carretes de fotos con una piedra dentro para hacer peso, con el fin de que se los devolviéramos con algo de dinero dentro. Me pareció peligroso por la fuerza con que los tiraban y nada divertido. 


Me impresionaron las barquitas de los jóvenes vendedores. Alguien dijo: "Tira en pleno Nilo al hombre afortunado, que volverá a salir con un pez en la boca"




jueves, 19 de junio de 2014

Viajando (1)





¡Verano, tiempo de viajes!

 Mucha gente piensa que viajar es un lujo al alcance de unos pocos. No estoy de acuerdo. Mi sombra pertenece o mejor perteneció a la clase media, hoy en peligro de extinción. He de reconocer que maestra y con dos meses de verano de vacaciones, he sido una privilegiada. A pesar de todo creo que no son  necesarios grandes medios para realizar largos viajes. He conocido a personas que se compraban un abrigo o varios trapos de temporada por el importe de más de uno de mis viajes. Partiendo de aquí, mi sombra prefiere hacer un viaje que comprarse un bolso de diseño. Es mucho lo que se aprende y son muchas las experiencias que se viven. Algunas se recuerdan de forma especial: 

En el año 2.001 realicé mi primer viaje a Egipto. Entre las once personas que formábamos el grupo, tomamos confianza con un matrimonio que vivía en España: ella, traductora argentina, él, americano que trabajaba en el Citiban. Les acompañaba Alex, su único hijo de nueve años.

¡Pobre Alex! Todo lo que explicaba el guía en español su padre se lo repetía en inglés. A su padre le hubiera gustado ser dentista y a su madre “paleontóloga”. Alex aún no sabía lo que quería ser, pero quizás será paleontólogo o dentista. A mi sombra no le parecía normal que a un niño de esa edad, le pegaran aquellas palizas de mitología egipcia. No sólo eso, con ser mucho, continuamente oías a su padre:

 _Alex mira a los ojos cuando te hablo.  Alex pon atención. Alex contesta. Alex da las gracias. Te lo vengo diciendo todo el verano. Alex...

¡Qué es un niño! Luego, van a por la comida y el papá llena el plato hasta los bordes y lógicamente Alex hace lo mismo. Durante todo el viaje, cuando el guía dejaba su explicación para que libremente paseáramos por cada templo o lugar que visitábamos. Cuando disfrutas de libertad para pensar, sentir y emocionarte. La madre argentina sin soltar a su hijo de la mano le va repitiendo en cada lugar: mira aquí está... con la consiguiente cara de aburrimiento del niño. 

El día anterior mi sombra había asistido al espectáculo de luz nocturno en las Pirámides. La madre de Alex  me preguntó si me había gustado. Le dije que a pesar de que la narración era en francés me había encantado, la noche, las estrellas,  las pirámides, la historia, la música... Quizás debido a eso, a pesar de la jornada agotadora que habían realizado, decidieron ir a ver el espectáculo de las Pirámides por la noche.. 

Al día siguiente les pregunté si les había gustado y la madre de Alex  me dijo: Bueno... mi Alex se durmió luego al principio así que... Mi sombra pensaba: ¡Cómo no se iba a dormir la criatura!  Había sido una jornada maratoniana: El madrugón desde El Cairo a Abu- Simbel, el autobús, los 600 km, el trasiego y para rematar; la "turra" de ambos progenitores. ¡Pobre Pitagorín!

En aquel viaje aprendí una lección: Nunca debía enfatizar al compartir mis experiencias emocionales con los demás. Las mismas experiencias, dependiendo del momento, pueden ser muy diferentes para otras personas.


Si puedes, viaja: "La vida es un libro del que no ha leído más que una sola página quien no haya visto sino sólo su país" de Filippo Pananti.



martes, 17 de junio de 2014

El "dedal de oro"






El pasado viernes le fue entregado el "Dedal de oro" a la diseñadora leonesa María Lafuente. La ciudad de León se siente orgullosa de ella, por su gran aportación a la moda española. 

Este premio trajo a mi mente de sombra nuestro "dedal de oro". No es un dedal cualquiera. Es un dedal familiar de oro que le regaló mi bisabuela a una tía mía modista.  Siempre había oído hablar del famoso dedal a mi abuela y a mi madre. Desde niña lo imaginaba, pero mi tía Marucha no vivía en el pueblo, sus hijos que lo heredarían tampoco así que nunca lo vi. Pasé muchos años deseando tenerlo ante mis ojos. Cuando pensaba en él mi imaginación se desbordaba. ¡Cuántas puntadas se habrían dado con su ayuda! ¡Cuántos pinchazos de aguja evitados gracias a él! Nunca pensé ver saciada mi curiosidad. 

La casualidad quiso que mi sombra se encontrara en la fiesta del pueblo del  pasado año con una prima mía. También por casualidad salió a colación el "dedal de oro" de la bisabuela, del que dije que siempre había sentido deseos de  ver cómo era. Mi sorpresa fue enorme al oír a mi prima decir: ¡Lo tengo yo! La interrogué: ¿Cómo es? Y...

_Es pequeño lo tengo en su cajita de terciopelo, ha pasado por tres generaciones pero sigue intacto, la verdad es que nunca lo llevo puesto. Cuando quieras te lo enseño. 

¡Qué desilusión! ¡No era un dedal de verdad! Era una joya, sí, pero sólo de adorno, nunca el dedal práctico que tantas veces imaginé insertado en el dedo de mi tía la modista. Allí estaba, en su cajita, brillante como el primer día de sus más de siglo y medio de vida. Servirá de colgante, de alfiler en la solapa de algún abrigo o chaqueta. Una pequeña obra de arte.  Pero.... ¡Jamás nadie ha cosido ni podría coser con él! 


Me pareció un juguete con el que no juega nadie, sin vida: El arte hace los versos, pero sólo el corazón es poeta" de André Chénier.



jueves, 12 de junio de 2014

¡Viaje fin de curso!





 El viaje fin de curso, entre otros, como el viaje de novios, nunca se olvida.

Uno de los recuerdos más gratificantes de La SAPHIL, fue nuestro viaje final al término del bachillerato. Fueron dos semanas inolvidables recorriendo en autobús, el sur de Francia y el norte de Italia: Venecia, Florencia, Pisa, Roma... El chofer a menudo se despistaba en las autovías y tenía que girar en lugares prohibidos, pero al final llegábamos.

¡Además, el viaje salió baratísimo! Desde el comienzo de nuestra estancia en la SAPHIL, cada semana hacíamos un pequeño ahorro para el viaje final y cuando llegó el momento prácticamente no tuvimos que poner apenas nada. Los directivos de la fábrica también nos hicieron su aportación, puesto que era la primera promoción de su "experimento" con nosotras y había dado buenos resultados. 

Lo disfrutamos mucho. ¡Podíamos llevar pantalones! Nos sentíamos libres de volver a vivir sin los horarios ni prohibiciones del "internado", pero a la vez, sentíamos pena de dejar la Residencia y sobre todo a las compañeras y amigas que habíamos hecho durante los cinco años de nuestra estancia en Ripoll.

 Además de plazas, museos, y lugares únicos... Mirar a los chicos italianos, que todos nos parecían guapísimos, era nuestro deporte favorito,"el que tine hambre con pan sueña". Uno de los días, cuando pasábamos la noche en Génova a un grupo de nosotras, chicas inexpertas, a pesar de haber cumplido la mayoría de edad, se nos ocurrió dar un paseo por la noche. ¡Nada menos que por el puerto de Génova! No es, ni era, un lugar de paseo y menos, nocturno. 

Enseguida unos chicos comenzaron a seguirnos y nosotras con el miedo en el cuerpo, decidimos regresar al lugar donde pernoctábamos. Al llegar a la puerta del hostal, acordamos pasar de largo para despistar a los chicos y que no supieran donde nos alojábamos. A duras penas conseguimos despistarlos. 

En una de las habitaciones dos de las chicas de la salida nocturna, iban a descansar junto con la cocinera. En ese momento la restauradora se ponía su camisón y fijando sus ojos en la ventana dio un grito espeluznante: ¡Un hombre tras los cristales! Las dos jóvenes cuchichearon: ¡Es imposible que sean ellos, estamos en un cuarto piso! Encendieron las luces. Cuando miraron hacia la ventana lo que vieron las dejó sin habla. ¡El chófer del viaje! Ese era el chico encaramado, que ante los gritos de las chicas desapareció. De haber abierto la ventana el hombre habría caído al vacío seguro. ¡Nadie comentó a las responsables del viaje lo que había ocurrido! Pero corrió la voz. No podíamos fiarnos del hombre que llevaba el volante del autobús cuando dejaba de conducir.


¡Vaya susto!: "Ninguna mujer se ha perdido nunca sin que le ayudase algún hombre" de Abraham Lincoln.



martes, 10 de junio de 2014

Joaquina la "ratoncita"






Mi sombra curiosa escucha el diálogo en un bar de Eras. Una niña de unos cinco años va hacia su madre y le pregunta:

  _¿A que no sabes lo que me duele?

 _No sé, _le dice su madre_  la tripa, la cabeza, las piernas... porque  seguro que estás creciendo. 

_No, no, ¿te rindes? 

_Me rindo. 

_Me duele un diente y si se me cae, el Ratoncito Pérez me traerá un regalo. ¡A que sí! ¿Cuando a ti se te caía un diente también te traia algo el Ratoncito Pérez? 

_Cuando  yo era como tú y se me movía un diente, no le dejaba a nadie de la familia que me lo tocara. En el colegio había una monjita que se llamaba Joaquina, que era la Ratoncita de casi todas las niñas. Había estado de misionera en África y todas las niñas cuando se les movía un diente esperaban a su clase para decírselo. No sé cómo lo hacía pero de un tironcito de nada te sacaba el diente y ni sangraba siquiera. Luego te daba una estampita y un caramelo que sacaba de su hábito y nos hacía de lo más felices. ¡Parece que aún la estoy viendo! A lo mejor se cansó de ser Ratoncita y se lo dijo al Ratoncito Pérez y por eso ahora viene él cuando a alguien se le cae un diente... La pequeña se alejó un tanto pensativa, como si quiesiera asimilar lo escuchado para volver a preguntar.


Me gustó la mezcla de realidad y fantasía: "Se puede tener por compañera la fantasía, pero se debe tener como guía a la razón" de Samuel Johnson  



jueves, 5 de junio de 2014

Momento "escatológico"





 Mi sombra no llegaba a la treintena. Eran los primeros años de mi docencia. A finales de curso, ocurrió algo que no olvidaré nunca: 

En el pueblo donde desarrollaba mi trabajo, murió mi anciana vecina. Su marido, triste y apenado, vino a pedirme que fuera a su casa para ayudar a vestir y a arreglar a la muerta, su mujer, ya que él no tenía valor para hacerlo.  Por supuesto después de darle el pésame, le dije que sí, porque les tenía a ambos un gran cariño. 

Cuando entré en la casa, ya estaba en ella la mujer del pueblo que se encargaba casi siempre de este menester. Una mujer mayor, amable y cariñosa que me preguntó: 

_¿Usted tiene valor, no le dará reparo vestir a la muerta? 

Le dije que no, que en mi pueblo, desde niños íbamos a la casa del muerto o muerta y les veíamos siempre de cuerpo presente antes de ser enterrados. Desde luego no sería lo mismo, pero me sentía capaz de ayudar sobre todo porque mi anciano vecino había recurrido a mí y confiaba en mi sombra.

 _Está bien, pues pase usted. Lo primero que vamos a hacer es a "prepararla" tengo aquí el palo, ayúdeme a levantarla y a desnudarla para vestirla. Yo miré el palo muy corto y medianamente grueso, aún no entendía para qué podía servir. Le quitamos la ropa. Mi sombra, nunca había visto un cuerpo anciano desnudo. Me impresionó observar las intimidades de un viejo cuerpo, esquelético, arrugado y sin vida. Pero aún faltaba la impresión definitiva: la mujer cogió el palo y se lo introdujo por el ano. Mi sombra se quedó sin habla. El asombro fue tan grande que muda, le acerqué una braga. Me dijo que no hacía falta ponérsela que ya tenía el palo para que no saliera ningún fluido. La giramos de espaldas. No podía apartar la vista de aquel pubis canoso, normal en una mujer de más de 80 años, pero que a mis veintitantas primaveras me impactaba. Me empeñé en que le debíamos de poner la braga. Se la pusimos, luego una camisa blanca larga áspera, de lienzo,  a continuación la saya y la chambra negras. La mujer la peinó con su trenza y le colocamos el pañuelo negro de los domingos que siempre llevaba en vida los días de fiesta.

Una vez arreglada la muerta,  regresé anonadada a la escuela y jamás se me ha ido de la cabeza aquella forma de "preparar" a una difunta. Curiosamente lo que a mí tanto me impactó, para la mujer "preparadora" era algo muy normal, seguro que ya tenía en su casa más de un "palo" especial para estos casos.


El momento escatológico quedó grabado a fuego en mi mente de sombra:  "La muerte de los jóvenes constituye un naufragio, la de los viejos es un atracar en el puerto" de Plutarco.



martes, 3 de junio de 2014

¡Gracias Rubik!





¡Cuarenta años de reinado! Un poquito más que Juan Carlos I, como todo el mundo habla del Rey, yo hablaré de ti.

¡Feliz cumpleaños! Ya eres un cuarentón pero parece que por ti no pasan los años. Te llamaron "cubo mágico" y has sido el juguete más vendido del  mundo. ¿Qué te parece? Has pasado por millones de manos, desde niños de párvulos hasta abuelos, millones y millones de cubos para millones y millones de personas. 
Has alegrado con tus colores miles y miles de estanterías y sigues atrayendo manos y miradas.

Mi sombra aprendió a colocar tus caras cada una de un color, cuando tenía tu edad y hoy sigo moviéndote entre mis manos. Entre los muchos cubos de Rubik que ha habido en casa, está el que me regaló uno de mis hijos hace dos o tres años. ¡No veas la ilusión que me hizo! Porque este es de los de verdad, auténtico, no es una copia más. Este se mueve ligero, mientras los otros se atascan y has de volver atrás para moverlos. Lo tengo "como oro en paño" y sólo lo dejo a los que realmente muestran interés por aprender a completarte, sean niños o mayores. Se que el récor está en segundo, el mío se mide en minutos, pero te contaré un secreto: No puedo ver un cubo de Rubik con sus colores mezclados, ¡tengo que completarlo!

¡Qué quieres, curiosa que es mi  sombra! Un día entré en una tienda de droguería-perfumería que hoy ya no existe, de la calle Ancha. Entre los perfumes había tres cubos de Rubik de un tamaño triple del normal, se ve que niños o mayores los habían intentado hacer pero todos estaban sin completar. Me puse a hacer uno, terminé y cogí el otro, seguí con el tercero hasta que los tres pusieron sus seis caras cada una de un color. Una dependiente se acercó y me dijo: ¿Cómo los has hecho? ¡Nunca he conseguido hacerlo! Ya lo has visto, contesté, moviendo sus caras. Hoy ya en la red se puede aprender a hacerlo. Sólo se necesita curiosidad, dedicación y constancia. 


Si aún no lo has intentado, decídete: "¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo? de Vicent Van Gogh.