El pasado viernes le fue entregado el "Dedal de oro" a la diseñadora leonesa María Lafuente. La ciudad de León se siente orgullosa de ella, por su gran aportación a la moda española.
Este premio trajo a mi mente de sombra nuestro "dedal de oro". No es un dedal cualquiera. Es un dedal familiar de oro que le regaló mi bisabuela a una tía mía modista. Siempre había oído hablar del famoso dedal a mi abuela y a mi madre. Desde niña lo imaginaba, pero mi tía Marucha no vivía en el pueblo, sus hijos que lo heredarían tampoco así que nunca lo vi. Pasé muchos años deseando tenerlo ante mis ojos. Cuando pensaba en él mi imaginación se desbordaba. ¡Cuántas puntadas se habrían dado con su ayuda! ¡Cuántos pinchazos de aguja evitados gracias a él! Nunca pensé ver saciada mi curiosidad.
La casualidad quiso que mi sombra se encontrara en la fiesta del pueblo del pasado año con una prima mía. También por casualidad salió a colación el "dedal de oro" de la bisabuela, del que dije que siempre había sentido deseos de ver cómo era. Mi sorpresa fue enorme al oír a mi prima decir: ¡Lo tengo yo! La interrogué: ¿Cómo es? Y...
_Es pequeño lo tengo en su cajita de terciopelo, ha pasado por tres generaciones pero sigue intacto, la verdad es que nunca lo llevo puesto. Cuando quieras te lo enseño.
¡Qué desilusión! ¡No era un dedal de verdad! Era una joya, sí, pero sólo de adorno, nunca el dedal práctico que tantas veces imaginé insertado en el dedo de mi tía la modista. Allí estaba, en su cajita, brillante como el primer día de sus más de siglo y medio de vida. Servirá de colgante, de alfiler en la solapa de algún abrigo o chaqueta. Una pequeña obra de arte. Pero.... ¡Jamás nadie ha cosido ni podría coser con él!
Me pareció un juguete con el que no juega nadie, sin vida: El arte hace los versos, pero sólo el corazón es poeta" de André Chénier.
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