Está visto que la palabra dada, hoy, vale poco.
La señora trabajaba para una empresa familiar planchando. Allí era muy querida y apreciada. Uno de los días se quemó con la plancha por evitar que el aparato acabara en el suelo. La quemadura le marcó el muslo.
La propietaria de la empresa le dijo que la llevaban a la clínica de la mutua para que la curaran. La mujer dijo que "ni hablar" que aquello era una quemadura sin demasiada importancia y que con una crema bastaba.
Aparentemente todo quedó ahí, la mujer siguió con su trabajo con toda normalidad. Pasó un mes y a la dueña del negocio le llegó una carta en la que se le comunicaba que tenía que pagar los emolumentos de la Seguridad Social, ya que la mujer había acudido a Urgencias donde la habían atendido de un accidente ocurrido en su empresa.
La familia de la mujer la había llevado al hospital, sin consultar con la empresaria y al decir que había ocurrido en el trabajo le pidieron cuentas a la empresa. La mutua argumentaba que había pasado mucho tiempo, el hospital que la habían atendido. Total, que el incidente lo saldó la familia con 700 € y más de uno lágrima, por fiarse de la "buena fe" de la mujer.
Conclusión; la palabra dada no sirvió. Por tanto, ante un caso así, haz firmar un documento para librarte de cualquier responsabilidad, antes de fiarte de la palabra de una persona influenciable como la de esta trabajadora.
La confianza no es suficiente: "Cada lágrima enseña a los mortales una verdad" de Platón.