Está visto que la palabra dada, hoy, vale poco.
La señora trabajaba para una empresa familiar planchando. Allí era muy querida y apreciada. Uno de los días se quemó con la plancha por evitar que el aparato acabara en el suelo. La quemadura le marcó el muslo.
La propietaria de la empresa le dijo que la llevaban a la clínica de la mutua para que la curaran. La mujer dijo que "ni hablar" que aquello era una quemadura sin demasiada importancia y que con una crema bastaba.
Aparentemente todo quedó ahí, la mujer siguió con su trabajo con toda normalidad. Pasó un mes y a la dueña del negocio le llegó una carta en la que se le comunicaba que tenía que pagar los emolumentos de la Seguridad Social, ya que la mujer había acudido a Urgencias donde la habían atendido de un accidente ocurrido en su empresa.
La familia de la mujer la había llevado al hospital, sin consultar con la empresaria y al decir que había ocurrido en el trabajo le pidieron cuentas a la empresa. La mutua argumentaba que había pasado mucho tiempo, el hospital que la habían atendido. Total, que el incidente lo saldó la familia con 700 € y más de uno lágrima, por fiarse de la "buena fe" de la mujer.
Conclusión; la palabra dada no sirvió. Por tanto, ante un caso así, haz firmar un documento para librarte de cualquier responsabilidad, antes de fiarte de la palabra de una persona influenciable como la de esta trabajadora.
La confianza no es suficiente: "Cada lágrima enseña a los mortales una verdad" de Platón.
Con estas cosas hay que tener mucho cuidado. Yo también conozco un caso similar. Cuando se contrata a alguien hay que tener todo bien atado y no fiarse de los que diga el trabajador porque te puedes llevar un disgusto. Un abrazo.
ResponderEliminarPues sí, Rita, tenían los papeles bien pero se fiaron de la trabajadora y como dices hoy no se puede ser tan confiado. Un beso.
EliminarHay que tener todos los papelesen regla.
ResponderEliminarBesos.
Y los tenía Alfred, pero se fiaron de la trabajadora a la que tenían en gran estima, no sé si después de esto sentirían lo mismo. Un abrazo.
EliminarAntes no era así, la palabra tenía valor, un apretón de manos era la firma de un contrato. Abrazos
ResponderEliminar¡Cuánta razón Ester! yo recuerdo que en mi pueblo las puertas siempre estaban abiertas, pero hoy siempre con llave y la palabra se queda en eeo sólo. Besos.
EliminarEs triste que todo tenga que estar por escrito.
ResponderEliminarSalu2, Mara.
Ya, Dyhego, pero así es somos nosotros quienes hemos llegado a esto. Un saludo.
EliminarPienso que la trabajadora pecó de tímida al no dar cuenta a sus empleadores de la acción familiar, pero les hizo daño..."sin querer, queriendo".
ResponderEliminarSaludos australes Mara, extensiva a tus lectores.
sí, Esteban, quizás pensó que no iba a tener consecuencias para la familia pero las tuvo.
EliminarGracias. Saludos boreales.
Es triste pero desde luego ahora la palabra dada parece no tener ningún valor.
ResponderEliminarBesos
Así es Conxita, para algo serio la palabra no basta, ha de ser un documento y a veces ante notario por si acaso. Un beso.
EliminarA veces la gente hace daño desde su inocencia, tal vez ella de verdad no lo considero importante y su familia si y al llevarla "obligada" se generó toda la cuenta adicional. A veces no es mala fe es solo ignorancia y se produce confusión, pero frente a eso igual es bueno cuidarse. Un abrazo
ResponderEliminarBienaventurada, estoy contigo en que ella lo hizo de buena fe, pero luego se dejó convencer y eso causó el problema. Abrazos.
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