¡Yo soy!
Hacía poco que tenía el nuevo coche. Mi experiencia con la nieve era nula. Sólo sabía aquello de: "¡Ni se te ocurra tocar el freno!"
La carretera brillaba. Una fina capa de nieve cubría la helada que había debajo. Mi sombra conducía a más de 60 km por hora sobre aquella pista de patinaje. A la altura de Sueros de Cepeda, cambiaba el firme de la carretera y a la salida había una curva.
¡Adelanté al camión del lechero! ¡Qué temeridad! Y... pasó lo que tenía que pasar. Al tomar la curva el coche se fue y quedó hundido en una finca a la altura de un metro de la carretera y frenado en seco por un árbol. ¡El único que había!
Mi sombra subió a la carretera esperando al lechero que paró. Iba acompañado de otro hombre y me soltó:
_¡Pero si yo lo dije a éste _señaló al acompañante_ ¡¡Pero...dónde irá esa loca a matarse!! Me dejó allí, porque después de lo que me había pasado y la carretera así, no se comprometía a llevarme a ningún lugar.
Un camionero, a regañadientes y con muchas dudas por el estado de la carretera, me llevó hasta Astorga. Intenté llegar en taxi a mi destino. Los taxistas se negaron. ¿A Los Barrios de Nistoso? ¡Ni de coña, con este temporal!
¡Mi inexperiencia con la nieve y mi temeridad la pagó el seguro! La Providencia hizo el resto.
Con la nieve presente en las calles de nuestra ciudad, suscribo: "La experiencia es un billete de lotería comprado después del sorteo" de Gabriela Mistral.