Los nombres, a veces, traen problemillas, problemas o simples situaciones graciosas.
Jenifer, una alumna de nueve años fue a pasar unos meses de verano a un pueblo de Madrid. Al regreso a clase pedí que contaran algo de lo que les había pasado en el verano. Jenifer recordó con gran disgusto su problemilla:
A veces jugaban a decir nombres que empezaran por una letra determinada: por A, por B, por C... ella con "C" siempre decía "Camino" y todas se reían diciendo que ese no era un nombre de mujer sino de una carretera. Por más que Jenifer les explicaba que en León había varias niñas que se llamaban así, no la creían. La consolé diciéndole que claro que sí era un nombre de León por la Virgen del Camino. Que esas niñas no sabían que el Camino de Santiago pasaba por aquí.
Un problema más grave ocurrió hace muchos años cuando muchos españoles iban a Cuba en busca de fortuna. En el pueblo nació una niña y los padres la inscribieron en el registro con el nombre de Manuela. Al llegar a bautizarla, con la iglesia hemos topado, el cura dijo que en esa familia ya había demasiados Manolos y Manolas así que a la niña le pondrían Rufina. Lo dijo el cura, punto cuadrado, desde el día del Bautismo a la niña todo el mundo le llamó Rufina. Rufina de joven decidió irse para Cuba con un familiar y dos vecinos más del pueblo. Al ir a embarcarse dijo que se llamaba Manuela. En los papeles ponía Rufina. No podía embarcar. A punto estuvieron de dejarla en tierra. Lo evitaron los del pueblo que la acompañaban, que atestiguaron que ella era Rufina pero que en la iglesia le habían puesto Manuela y por eso ella dijo que se llamaba así.
Otro caso curioso le ocurrió a una compañera asturiana que estaba en el colegio de interina. Después de Reyes preguntó a los alumnos qué les habían traído los Magos y Pedrito dijo que a él le habían traído una "tierra". La profesora dijo: ¿Una tierra? ¿Y para qué quieres tú un prao? El niño señaló el globo terráqueo que había encima de un armario y le dijo: Una tierra como ésa. Lo contaba con tanta gracia que nos hacía reír siempre.
Hablando de prados. Estuve hace unos años en Talavera de la Reina y conocí a una compañera que se llamaba Prado. Me pareció rarísimo, porque ese nombre no lo había oído nunca, hasta que visité en Talavera a su patrona en la iglesia de la Virgen del Prado y me acordé de Jenifer.
Los políticos son muy dados a cambiar los nombres: "Cambiar los nombres, sin cambiar la cosas, es lo primero con que se engaña al pueblo en todas las revoluciones" de Jacinto Benavente.