jueves, 19 de enero de 2023

Acogimiento

 


"Es difícil comprenderles, tienen costumbres muy diferentes". Esto me contaba un hombretón de 57 años, para mí como de la familia, que tiene un corazón que no le cabe en el pecho. 

Isidro, ahora separado, se casó muy joven y tiene dos hijos. Isidro, por no haber tenido un padre conocido en su vida, se convirtió en un padrazo para sus dos hijos una chica y un chico. Su hija, enfermera, se casó y se independizó. Su hijo sigue viviendo con su padre en una casa grande, de pueblo, ambos dedicados a la ganadería.

Cuando comenzó la guerra de Ucrania y tanta gente salía de ese país, Isidro empezó a pensar en acoger en su casa a una familia ucraniana. Su hija le animaba, mientras su hijo ponía impedimentos. Al final su hijo cedió y acogieron a un matrimonio con dos hijas una de 14 años y otra de 8 años. 

En nuestro encuentro, me contaba sus muchos desvelos:

_Su inacabable papeleo.

_Sus dificultades para encontrarles un trabajo. 

_Las trabas de la administración que en un principio parecía que todo iba a ir sobre ruedas con el apoyo  prometido a estas familias acogidas y luego todo han sido problemas burocráticos. 

Sobre todo prevalece en Isidro un gran empeño por sacar adelante a esta familia. Alguna vez con las protestas de su propio hijo, que a pesar de haber aceptado la situación, a veces, se arrepiente de los dolores de cabeza que le traen a su padre y también a él.

 Isidro, después de mucho ir y venir, les ha conseguido un trabajo tanto al padre de familia como a la madre, que según él son leales, agradecidos y responsables. 

Otra caso distinto son las dos hijas del matrimonio. Sus hábitos de comer cuando se les antoja y permanecer encerradas en su habitación con los móviles, ponen a Isidro de los nervios. Mientras sus padres madrugan para ir al trabajo, Isidro pica una y otra vez en la puerta de las chicas para que se preparen y no pierdan el autobús que las lleva diariamente a clase. 

Cierto que estas muchachas estuvieron tres días en un campamento sin comer y será por eso que hay días que se comen una docena de huevos, cada una, sin control alguno a lo largo del día. Ya van superando que en las fiestas del pueblo y alrededores cada vez que oían el sonido de los cohetes y las bombas corrían a esconderse asustadas. Espero que a lo largo del  curso, en el colegio, las dos niñas se relacionarán más y sus hábitos se irán modificando poco a poco. 

Deseo que la Vida, se encargue de premiar a Isidro por su gesto humanitario. Una cosa tiene clara Isidro; no se arrepiente, pero jamás repetiría la experiencia. 


 Para mi sombra, Isidro es un valiente:  “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.” Eduardo Galeano.