Hay recuerdos en nuestra memoria que siguen ahí desde la infancia. Son imágenes positivas o negativas pero que han sido grabadas en el disco duro de nuestro cerebro y a pesar del paso del tiempo siguen ahí quizás tergiversadas por el transcurso de los años pero presentes. Una de esas imágenes debidamente archivada por mi mente de sombra es la siguiente:
Mi madre enferma regresaba de su ingreso en una clínica de la capital después de tres o cuatro meses internada. Mis diez años recién cumplido salieron corriendo por la "torca" para recibirla por el Camino Vecinal que va desde la carretera donde paraba el coche de línea hasta el pueblo, a unos 500 metros. A la altura del lavadero mis pasos infantiles se frenaron ante aquella estampa. Mi madre apoyada en el brazo de mi padre caminaba despacio como si le costara un enorme esfuerzo. Su sonrisa al verme fue una sonrisa triste. Aquella niña de ojos grandes que era yo, ¡jamás había visto a mi madre, tan delgada, tan frágil, tan pálida y tan débil!
Las visitas que venían a casa para ver a mi madre, preguntaban a mi padre que respondía: "Nada, no le hicieron nada, la abrieron y la volvieron a cerrar". Algunas mujeres al marchar de nuestra casa comentaban bajando la voz:: "Isabelita se muere, Isabelita se muere, ¡qué será de estos rapacines! Los rapaces a los que se referían las vecinas, éramos mis cuatro hermanos y mi sombra. Mi hermano el mayor, tenía un año más que yo. Pero...¡No sucedió lo peor!
Mi padre como última esperanza, llevó a nuestra madre a la clínica de Don José, en Astorga, un médico del que todo el mundo hablaba muy bien. Don José nada más hacerte una primera exploración supo tu padecimiento: ¡Un "absceso" tiene un absceso"! _fueron sus palabras.
Con una gran aguja muy gruesa, según me contaste, te pinchó a un lado a la altura de la cintura Salió "pus" y más "pus", hasta más de tres litros salieron en varias sesiones durante varios días. A medida que la aguja iba sacando aquel fluído de tu cuerpo , tú, mi madre, ibas tomando color, hasta que volviste a ser la madre coraje que podías con todo. Hoy, aunque ya no estás, por la ley de la vida, mi sombra te mira así.
Hermosa palabra "madre": "Si viene el Papa, dile que no estoy, si viene mi pobre madre, le ruegas que me espere" de Charles Agustín Sainte-Beuve.