La primavera es tiempo de fiestas y proclamas.
Una costumbre que se hacía en los pueblos hace años era "echar la paja". Hoy, aún se sigue haciendo más como recuerdo para que la tradición no se pierda.
Tradicionalmente, las parejas que iban a casarse lo mantenían en secreto. El día que iban a salir novios, o sea a leerle las "amonestaciones". Esto sucedía los tres domingos anteriores a la boda y en la misa del domingo el sacerdote leía los nombres de la paraje y sus intenciones de casarse, para que si alguien tenía algo en contra de que se celebrara el matrimonio lo manifestara.
Como se guardaba un gran silencio al respecto, si alguien se enteraba daba la voz en la cantina para que "echaran la paja". El sábado de madrugada y en secreto, solían ser los mozos, echaban un rastro de paja desde la casa de el novio y la novia hasta la iglesia, para demostrarle a los novios que a pesar de su secretismo, se habían enterado antes de que se leyeran las "proclamas" en la iglesia. Si el novio o la novia eran de pueblos diferentes, se hacía el "rastro" desde la casa del novio o la novia hasta la iglesia y desde allí hasta el final del pueblo.
Además, si el novio era de otro pueblo, ese domingo, los mozos le hacían "pagar el piso" así se decía a la obligación del forastero a darle un dinero a los mozos o invitarles a algo en el bar, para que no le hicieran alguna burrada.
Hoy en muchos pueblos se hace el "rastro" pero como la paja escasea y además se ensuciarían las calles, el "rastro" se sigue haciendo pero con cal o con pintura blanca.
Me gusta que algunas costumbres, aunque variadas, persistan: "Los hechos no se pierden, ¡vuelven a uno!" Buda.
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