Justa de 72 años, a raíz de quedarse viuda hace tres años, entró en una pequeña depresión y apenas salía de casa. Su hija y sus dos nietas preocupadas decidieron regalarle un gato por Navidad.
Eligieron un minino persa de hermoso pelaje con "pedigree" que les costó un ojo de la cara pero que alegró muchísimo la vida de Justa. Como a ella le encantaba el rey Baltasar decidió ponerle al minino "Balta" que resultaba más práctico.
Todo eran arrumacos y carantoñas para Balta por parte de Justa. Pasaron dos meses y cierto día llamaron al timbre cuando el felino estaba frente a su dueña y ni se inmutó. le pareció algo raro a Justa que Balta no se girara hacia el sonido. Decidió hacer alguna prueba más tirando algo al suelo cuando el felino estaba de espaldas y nada, ni se inmutaba. ¡Su gato era sordo!
_¡No puede ser! _decía su hija_ con lo que nos ha costado. Decidió llevar al animal al veterinario que no hizo más que corroborar lo que ya sospechaba su dueña.
_Nada mamá, tienes razón _"Sordo como una tapia"_ con lo que pagamos por él, deberíamos devolverlo.
Justa se negó en redondo a devolver a su Balta, ya se había encariñado con él y se quedaría a su lado.
Pasaron los meses y Justa cada vez estaba más nerviosa. Al preguntarle su hija el porqué de ese nerviosismo, su madre le contestó que era culpa de Balta y le aclaró: Como sabes el gato duerme en mi cama. Pues cada día a las cinco de la mañana comienza a maullar y a darme con una pata para que me levante y no para hasta que me pongo en pie. Duermo muy poco y mis nervios están en tensión el resto del día.
¡Vaya! Algo habrá que hacer _dice su hija_ visitaré al veterinario y quizás haya algún remedio. Justa reprende a su gato y éste ni pestañea. Ella a veces toma un relajante porque está que se sube por las paredes de pasar las noches sin pegar ojo.
Las regañinas de Justa, Balta no las oye: "Alguna gente habla a los animales. No muchos los escuchan. Ese es el problema" de A.A. Milne.