¡Yo soy!
La cocina de la señora Eduviges era grande, de tabla, con cocina de leña de la que sacó un buen brasero, aquel día de finales de Noviembre, para la mesa camilla donde se sentaba junto con sus dos hermanos ancianos como ella.
A la casa, llegaron varias personas para hacer la "velada" (filandón) habitual. Los hombres no llevaban tarea, hablaban entre ellos del campo y los animales. Las mujeres tejían o hilaban. Cuando las nueve personas estuvieron cómodamente sentadas en los "escañiles", la señora Eduviges preguntó:
_¿Creéis en los amuletos? Dos hombres negaron mientras el resto dudaban si creer o no. La anciana prosiguió:
_Pues os contaré lo que les pasó a las hermanas Castrillo, cuando eran jóvenes _hizo una pequeña pausa y continuó. Debían regresar desde Francia a España. Eran tiempos revueltos al acabar la guerra, sobre todo para viajar solas dos chicas jóvenes como ellas. Una señora francesa, muy conocida suya y que las quería muchísimo, les pidió que antes de irse fueran por su casa. Así lo hicieron las dos hermanas. La Madame les había preparado dos bolsitas forradas en terciopelo rojo. Con un cordón negro les colgó del cuello a cada una su bolsita roja a la vez que les decía: ¡Nunca, pero nunca os desprendáis de la bolsita, ni hurguéis en su interior, ha de permanecer intacta! Ella, os guardará siempre. Llegaréis a España sin problemas y os reencontraréis con vuestra familia con salud y en paz.
Las dos hermanas agradecieron el "amuleto" y pocos días después emprendieron el camino de regreso a España. Llegaron al pueblo en paz sin ningún contratiempo como le había dicho la francesa.
Pasó el tiempo. Observaban que el contenido de las bolsitas al tacto, unas veces parecía blando y otras muy rígido, pero jamás las abrieron.
Una de las hermanas, se desprendió de la "reliquia". Decidió entonces marcharse del pueblo y a partir de ahí su vida fue cuesta abajo, terminó siendo "una mujer de la vida".
Su hermana murió aquí y en su caja metieron su bolsita roja que nunca nadie supo lo que contenía. Ella misma lo dispuso así. Yo la conocí y también como ella, creía en el poder de aquella "reliquia" que más de una vez toqué con mis propias manos.
Mientras se hizo el silencio surgió una frase: "Todas las cosas son imposibles mientras lo parecen" de Concepción Arenal.
La sugestión mental es muy poderosa. Por eso, a la gente positiva le suele ir mejor en la vida. El mejor amuleto, para mi, el optimismo. Un abrazo
ResponderEliminarEl optimismo es un gran amuleto yo también lo comparto. Un beso.
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