Paciencia, es mucha Paciencia. España le debería hacer la "ola" a esta mujer misionera.
En primer lugar, en mi opinión, nunca se debería haber traído a los dos religiosos enfermos de ébola a España si no existían, como quedó patente: lugares, medios y protocolos adecuados. Los medios que se pusieron hubieran sido más útiles en el lugar del que procedían, como ahora sabe el Mundo es allí, en África, donde se han de poner los medios, por nuestro propio interés. Pero había que traer al sacerdote, no a la hermana Paciencia que a su lado, padecía del mismo mal.
¡No podía ser! Los religiosos eran ciudadanos occidentales con todos los derechos, ella es una mujer africana sin derechos, como tantas. Ellos ancianos de una prestigiosa Orden, ella una misionera negra cristianizada. Ellos, españoles servidores de Dios, ella una humilde sierva extranjera.
Y..allí quedó Paciencia enferma. Rodeada de enfermos, viendo morir a la hermana Chantal y sin pensar que ella pudiera seguir en cualquier momento el mismo camino. Con toda la fuerza de su interior "En ningún momento me faltó paz y serenidad", así logró vencer su enfermedad.
Aquí, en España, murieron los dos ancianos religiosos. Pero... apareció Teresa que sin ningún tipo de protocolo la enviaron de vacaciones nada más limpiar la habitación contaminada por el médico misionero. Hicieron desaparecer a Exalibur y se comenzó a tomar en serio el protocolo. ¡Para entonces ya tenían presente que Paciencia había superado la enfermedad y podía ser útil!
Paciencia, ¡qué paciencia! no puso inconveniente. Voluntariamente la trajeron para utilizar su plasma en la curación de Teresa. Para que prestara auxilio a los que no se lo prestaron a ella. UNA MUJER AFRICANA, la hermana Paciencia, que hoy mismo en el corazón de Madrid deberían levantarle un monumento.
Paciencia, tú sabes que: "La generosidad no necesita salario; se paga por sí misma" de Hippolite de Livry.
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