¡Yo soy!
_Bueno hija eran otros tiempos.
_¡Qué otros tiempos, madre, que tengo cuarenta y cinco años y éstos son mis tiempos! Otra cosa es que lo haya vivido hace más de veinte años.
_Ya, pero hay que aceptar el pasado y pasar página.
_ ¡No, hay que vivirlo para poder comprenderlo!
Sentía mucha rabia, cada vez que surgía el tema con las palabras de su madre: "Pasar página". ¡Cómo si fuera tan fácil! Cuántas veces pensó: "Seré una de ellas" cada vez que por TV daban un nuevo caso de crimen de género. Imposible olvidar. El hombre con el que se casó enamorada hasta las trancas, al que suponía igualmente enamorado de ella. El que supo esperar hasta su boda para tomarla por entero. El que pensó tantas veces que sería el hombre de su vida y...
Suspira. ¡Cómo cambia la vida y las personas! Después de la ceremonia. Se despidió triste por dejar a su familia y alegre por empezar una nueva vida al lado del hombre que amaba. Ya esa misma tarde, en un hotel de carretera, le pidió una felación, bueno, el dijo una "mamada". Se negó, pero fue inútil. Entonces era una romántica, que sabía muy poco de la vida real, siempre protegida por su madre y vigilada por su hermano. Humillación tras humillación su marido recuperó todo el tiempo que había sabido esperar hasta el día de su boda. Si del amor al odio no hay más que un paso, para ella ese paso duró ocho días. A partir de ahí, su amor se había evaporado y dado paso a un odio que comenzó a consumirla por dentro y por fuera.
Los abusos de su marido eran continuos y sus deseos de verlo muerto también. Su familia en la distancia, nada sabía de su suplicio. ¡Denunciar! Lejos de los suyos y sola. Pasaron seis años de vejaciones. De obligarla a abortar en dos ocasiones, porque él sólo la quería a ella. Nada de hijos.
Volvió a sentir con el recuerdo el frío que hacía aquel día de marzo. Se estaba abrigando para salir a hacer la compra. En ese momento recibió una llamada. Su marido había tenido un accidente y estaba gravísimo. Colgó y dijo en voz alta: ¡Ojalá se muera! Se dirigió al hospital donde le comunicaron su fallecimiento.
¡Por fin la Vida había sido generosa con ella dándole la libertad, al quitarle aquella losa de encima! Fueron muy pocas las personas que acudieron al tanatorio a darle el pésame, casi todas vecinos de su bloque.
Cuando llegaron su hermano y su madre se arrojó en sus brazos y lloraron los tres. Ella, por la emoción de volver a ver a los suyos. Dirigió una mirada al féretro mientras le decía en palabras hechas de silencio: ¡Ya nunca me separarás de ellos! Su madre repetía entre sollozos: ¡Qué desgracia tan joven, si al menos te hubiera dado un hijo! Allí, ante su cuerpo inerte, se hizo la promesa de no volver a caer jamás en los brazos de un hombre. Hasta ahora lo había cumplido, rechazando a varios pretendientes.
Está bien junto a los suyos pero la amargura del pasado vive en su presente. No hurgues en la herida _le sigue aconsejando su madre_ así nunca curará y te está arruinando la vida.
Sabios consejos de una madre, porque la vida comienza cada día: "No podemos arrancar una página de nuestra vida, pero podemos tirar todo el libro al fuego" de George Sand.
Uf, esta historia es verdadera, de formas diferentes en mucha gente. Hay quien ya no sabe, no quiere o no puede rehacer su vida. Es muy triste.
ResponderEliminarTriste realidad :(
ResponderEliminarBesines utópicos, Irma.-
¡Qué triste historia, Mara! Eran otros tiempos, pero éstos para algunas mujeres siguen siendo como aquéllos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, Enrique, verdadera como otras muchas. Lo peor es quedarse ahí. Un saludo.
ResponderEliminarIrma, sí triste. A veces me pregunto: ¿Por qué algunas personas, yo creo que más mujeres se estancan así? Un Besote.
Es verdad, Aorillasdelorbigo, hay personas que dejan de vivir su presente, ancladas en el pasado. Un abrazo.