Esta semana son las fiestas de San Froilán. El tiempo es buenísimo y León está petao de gente.
Bien, pues el domingo fuimo al mercadillo del Rastro. Nos detuvimos en un puesto en el que muchas mujeres levantaban prendas y preguntaban precios. A mi lado dos treintañeras miraban y remiraban las prendas. Una señora mayor a su lado hacía lo mismo. Llevaba un bolso tipo monedero y lo posó sobre la ropa para utilizar sus manos.
Al rato la señora con la cara descompuesta, buscaba su bolso entre la ropa y desesperada decía que sólo lo había posado un momento. Viendo lo mal que lo estaba pasando la señora, una de las chicas le sugirió: ¿Quiere que marquemos el número de su móvil para ver dónde suena? La anciana aceptó rápidamente dando el número a la joven.
El teléfono sonó. ¿Dónde? En el cajón del dinero del gitano vendedor que se hacía el loco. Hasta que todo el mundo lo señaló y no tuvo más remedio que sacar el bolso que nunca podría haberse metido allí sin ayuda.
La anciana estaba tan ocupada en agradecer a las jóvenes la idea y recuperar su bolso, que no señaló al vendedor como culpable. Lo hicieron el grupo que estaba alrededor con miradas acusadoras y retirándose del puesto.
A veces, las miradas delatan más que las palabras.
Las jóvenes dieron una gran muestra de empatía : “Una voz puede cambiar un espacio" de Barack Obama.