Medio centenar de jubilados han hecho un viaje con el INSERSO a Levante.
El hotel deja mucho que desear , de la comida... mejor no hablar , la materia prima parece buena y variada pero el cocinero... es pésimo. Todos los platos saben a lo mismo, o sea, "a nada". A pesar de todo hay situaciones que despiertan sonrisas.
Es la hora de la comida. En el comedor las mesas son pequeñas para poder utilizarlas por parejas individuales.
El señor y la señora López eligen una mesa. La señora López, se queda en la mesa elegida mientras su marido va a buscar sus viandas. Al lado de la mesa de los señores López, hay una señora rubia que igual que la señora López espera a su marido sentada a su mesa.
El señor López viene con su plato lleno de comida y se sienta en la mesa de la señora rubia. Se pone a colocar su servilleta. La señora rubia le mira asombrada mientras piensa dónde se va a sentar su marido cuando regrese a la mesa.
La señora López, que también es rubia, muerta de risa hace señas a su marido para que se dé cuenta del error, pero éste no la mira.
El marido de la señora rubia, llega con su plato repleto de comida y se queda mirando para el intruso que ocupa su lugar en la mesa frente a su mujer. Cuando al fin el señor López levanta la vista de su plato y se da cuenta del error, se levanta con la boca llena avergonzado pidiendo disculpas.
En la mesa de al lado le espera riendo su señora que al ver la metedura de pata, digo de cuerpo, de su marido dice dirigiéndose al otro hombre:
_ No crea, no se ha confundido es que me quería cambiar por otra rubia mejor. Al final los dos matrimonios se saludan riendo.
El señor López cuando lo cuenta su mujer comenta: ¡Menuda vergüenza pasé allí sentado delante de una desconocida comiendo y su marido mirándome!
Ya lo dijo Baltasar Gracián: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y aún lo malo, si poco, no tan malo".
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