jueves, 9 de junio de 2011

¡Aquel rincón...!






¡Yo soy!







Begoña fue una compañera que daba clases en un espacio alargado, despintado, oscuro, cutre....
 
Era un aula que pertenecía al Obispado en un pueblo muy cercano a León. Por ello ni el Obispado, ni el Ayuntamiento se hacían cargo de su conservación y mejora.
 
Mi compañera tenía una hermana disminuída psíquica, que llevaba a clase. Tenía más de cuarenta años, pero era una niña como los alumnos a los que su hermana daba clase. La Inspección se lo permitía, puesto que nunca oí una queja.
 
Cierto día Begoña visitó  mi escuela. Le gustó tanto como estaba decorada y distribuída, que me pidió que fuera a su pueblo para intentar mejorar el aspecto de la suya. Nada más cruzar el umbral se me cayó el alma a los pies. ¡Completamente destartalada y a mi entender desordenada!
 
Lo primero que le dije que tenía que desaparecer era aquel armario viejo, sin cristales "del año que reinó Carolo", que hacía de biombo junto con una despintada puerta apoyada en él. Tras el "biombo"  una vieja colchoneta con una esterilla enrollada a la que faltaba una esquina. Mi compañera me atajó:
 
_¡Cambia todo menos eso! Ese es el lugar donde mi hermana se pasa las horas, medio escondida. Donde come, duerme y a veces hasta llora. Ahí no se la ve si  alguien visita el aula.
 
¡Jamás olvidaré aquel rincón! Propuse algunos cambios, pocos, para los que eran imprescindibles.
 
 
Mi sombra se despidió con la frase: Lo siento, "Fórmulas sencillas para resolver problemas complejos, no las conozco" de El Conde de Romanones.
 
 
 

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