Su abuela le sujetó sobre el orinal con fuerza. Ella pensaba que a los dos años y medio, era una buena edad para comenzar con el control de esfínteres de su nieto.
El pequeño lloraba desconsoladamente llamando a su madre. Su madre en el piso de arriba gritaba:
_¡Vale ya, mamá, no ves que le va a dar algo!
El pequeño con sus gritos no oía los de su madre. La yaya siguió sujetándolo para que no se levantara y comenzó a hablarle despacio. El niño se fue tranquilizando. La abuela le entregó un móvil rojo de juguete que tenía preparado para la ocasión sin dejar de sujetarle. El niño dejó de llorar y el pis se oyó en la "tortuguita-vacinilla".
Bajó mamá que lo abrazó y lo besó. Siguieron los besos del abuelo, la abuela... Todo fueron abrazos y felicitaciones. Al día siguiente ya no hubo llanto ni lamentaciones. El peque sólo dijo dirigiéndose a la abuela:
¡Quiero hacer pis en el "norinal"! Al terminar, además de pis había algo marrón oscuro en la vacinilla.Todos tuvieron que ver sus "caquitas" que, por cierto, no olían a rosas.
Alguien dijo: "Cuando es necesario permanecer firme, conviértete en una montaña"
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