Era el día 1 de Febrero. Sucedió en un pueblecito de León.
Ese día, hace cien años, el Eria dio un gran susto a los vecinos de Felechares de la Valdería. El río, con las lluvias creció y creció hasta desbordarse. Se llevó por delante un molino, arrancó tres enormes castaños y abrió una brecha en el muro del puente. Llegó a cubrir todas las calles del barrio de abajo y hasta el río cambió su curso. Algunas personas salieron de sus casas en barca.
La gente se puso muy nerviosa y el Señor Melchor, que era un bromista, se puso a tocar el acordeón para calmar los ánimos y lo consiguió. Ocurrió el día de Santa Brígida víspera de la Patrona, Nuestra Señora de las Candelas. Ese día todo el pueblo unido ante el peligro, decidió hacer una ofrenda: pagar una misa cada año el día 1 de Febrero en honor de la Santa. Desde entonces se convirtió en una tradición para conmemorar esa gran desgracia que por ventura o por mediación de Santa Brígida, nunca se ha vuelto a repetir.
Hoy, los mozos cantan cuando están de juerga:
Por el río Eria bajaba un submarino; rumba, la rumba la rumba.
Por el río Eria bajaba un submarino; rumba, la rumba, la bá
Cargado de borrachos, todos amigos míos;
rumba, la rumba, la rumba, la rumba del cañón.
Por el río Eria bajaba una gallina; rumba, la rumba, la rumba.
Por el río Eria bajaba una gallina, rumba, la rumba, la bá.
Con un huevo en el culo, ¡Ay madre que cochina!;
rumba, la rumba, la rumba, la rumba del cañón.
Dicen que Felechares no figura en el mapa;
rumba, la rumba, la rumba.
Dicen que Felechares no figura en el mapa;
rumba, la rumba, la bá.
Pero bebiendo vino, nos conoce hasta el Papa;
rumba, la rumba, la rumba, la rumba del cañón.
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