martes, 24 de noviembre de 2015

Sin modales





La familia celebraba el cumpleaños de la madre. Ésta, invitó a comer en su casa a su único hermano con su familia, entre ellos Maira, una adolescente de 13 años.

 Desde que llegó a la casa de su tía, a Maira apenas le vieron la cara, su melena siempre la ocultaba. Un vez que se sentaron anfitriones e invitados a la mesa, de Maira sólo se podía ver la cabeza inclinada sobre la pantalla de su móvil con su melena de cortina.

Comió poco. Junto a su plato se oían llegadas de wasap. ¡No hubo forma de hacerle separar la vista del aparato mientras comió!

Cuando ya no le apetecía comer más o se sació su pobre apetito, separo un poco su silla, puso los pies apoyadas las plantas de sus zapatos en el borde de la mesa y continuó sus movimientos tactiles. Se diría que estaba ella sola en el comedor.  Para nada le importó que los demás siguieran comiendo, su sesión de dedos y sonidos no se interrumpió. 

Mi sombra interrumpió a la anfitriona que me lo contaba: ¿Y tú no le llamaste la atención? ¡Con los pies sobre la mesa! No, no, ¡qué dices! _me contestó la aludida_  si estaban su padre y su madre delante y no le dijeron nada, ¿cómo se lo iba a decir yo? 

¡Pues alguien debería de enseñar modales a esa adolescente maleducada, empezando por su familia, o no! Si los padres no enseñamos educación y buen comportamiento en la mesa a nuestros hijos, ¿Quién lo hará? ¿Acaso creemos que eso también se lo tienen que enseñar los profesionales de la educación? 

Mi sombra piensa que teenemos miedo a la reacción de nuestros adolescentes ante una censura, sobre todo si hay personas que lo presencien, En casa no, porque nos montan un pollo, (que por otro lado a esa edad es comprensible) y fuera tampoco por el "qué dirán". ¡Así nos luce el pelo!


Una censura a tiempo evitará un lamento posterior: "La vida no es más que un tejido de hábitos" de Henri-Frédéric Amiel.




4 comentarios:

  1. En los tiempos que corren la educación deja mucho que desear, a niños y jóvenes se les permite casi todo.
    Y por si no fuera suficiente, el móvil se ha convertido en un apéndice de los jóvenes y no tan jóvenes.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Así es, Helio, hemos pasado de no permitirles nada a permitírselo todo. Y lo peor es que ellos lo saben. Lo del móvil es demasiado. Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Lo del móvil y lo de los pies!!!! no lo puedo creer, me parece que muchas veces los padres con sentimiento de culpa dejan pasar muchas cosas para sentir que inclinan la balanza, pero no es posible justificarlo así, mucho menos en casa ajena.

    Saludos

    ResponderEliminar
  4. Toda la razón, Liliana, yo no creo que me hubiera resistido a llamarle la atención, la verdad. Un saludo.

    ResponderEliminar