viernes, 11 de febrero de 2011

¡La bicicleta!





¡Yo soy!






El cristalero, a través de la ventanilla de su camioneta, vio la bicicleta que él mismo le había vendido por unos euros al panadero. Estaba apoyada en la verja metálica de un pequeño jardín en otro barrio alejado del suyo. Se dijo a sí mismo:
 
 _¡Joder mi bicicleta, bueno la del panadero! Al llegar a su barrio preguntó a su convecino:
 
 _¿Y tu bicicleta?
 
 _¡No lo vas a creer! ¡Algún cabrón me la robó ayer! 
 
 _ ¡Mañana tienes la bicicleta a la puerta! Así fue, al día siguiente la bajó de su Toyota 4x4 y la dejó a la puerta de su paisano como le había prometido.
 
_¿Quién fue el ladrón? _preguntó el actual dueño de la bici.
 
 _El hijo de tu vecino.
 
_¡¡Qué!! Allá fue el panadero hecho una furia. El joven le explicó que tonteaba con una chavala en El Ejido y...
 
_¡Qué cabrón! ¿Y no sabes pedírmela?
 
Desde ese día la bicicleta desaparece los martes. El cristalero se encarga de traerla de nuevo a su dueño al día siguiente. Al hijo de su vecino, su chica al volante de un "Picanto", le trae de regreso a casa.
 
_¡Todo sea por los enamorados! _comenta el tahonero.
 
 
Mi sombra que le escucha asiente y recuerda: "La necesidad es la madre de las artes, pero también la abuela de los vicios" de J. P. Friedrich.
 
 

3 comentarios:

  1. Qué historia más guapa! son las que hacen falta cada día, para verlo todo de mejor color.

    Besines, Irma.-

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  2. Me ha encantado. La cantidad de cosas que se hacen por amor :)

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  3. Gracias Irma, se necesita poner color a la vida y aún más al amor. Abracines.

    ¡Qué sería del mundo, Silvia, si no fuera el amor! Un abrazo.

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