¡Yo soy!
La niña de cinco años, a punto de perder su segundo diente, dice a su hermano de cuatro:
_¿Y para que querrá el Ratoncito Pérez tantos dientes?
_Pues para ponérselos él cuando se le caigan.
_No, ¿Cómo se va a poner millones de dientes de todos los niños?
_Ya, además a él también le saldrá otro como a ti. Yo escucho al ratoncito por las noches pero no lo veo.
_Pues despiértame a mí cuando lo oigas.
_ No se ve, ni se oye porque es fantástico como los de los cuentos _intervengo.
_Mira a mí con el primero que se me cayó me trajo una gominola y un billete de 10 euros, que me dejó debajo de la almohada y no lo vi ni lo oí.
_Pues a Mario Prada, le trajo un polvorón. ¡Pero se lo dejó en la cocina, eh! _añade el pequeño.
Mi sombra dice hacia adentro, muerta de risa:
_¡Pues menos mal, porque si se lo deja debajo de la almohada...! No sé por qué a veces me tienta la idea de contarles la verdad a estos pitufos imaginativos, pero no lo hago. Si lo miramos desde su altura, se les nota felices y alegres.
Y... ¿Quién es mi sombra para quitarles momentos de alegría?: "A la alegría, cuando se presente, debemos abrirle de par en par todas las puertas, pues nunca llega a destiempo" de Arthur Schopenhauer.
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