¡Yo soy!
Don Martín quedó viudo con 72 años.
El doctor, desde que enviudó, siguió paseando con su vecina como lo habían hecho siempre él y su mujer. Un día, alguien le preguntó a ella si eran novios y se echó las manos a la cabeza: ¡Pero si me lleva 30 años!
Sus paseos en pareja continuaron como siempre por el pueblo. Ella, cada día lo encontraba más y más interesante. Le gustaba que les vieran caminar juntos. Le gustaban sus sienes plateadas, lo pulcro que iba siempre, lo educado que era... Ya no le parecía tan descabellada la idea de su diferencia de edad.
_¡Hacéis buena pareja! Era un comentario habitual entre los lugareños.
La amistad se convirtió en algo más y Rosana acabó enamorándose como una colegiala. Don Martín, ya había decidido hacía tiempo que algún día le pediría que se casara con él.
En el pueblo todos decían que vaya "braguetazo" pues se pensaba que el médico estaba forrado. ¡Menudo chalet que tenía en las afueras del pueblo! Ella sabía que su marido, no era tan rico como la gente pensaba pero no le importaban los comentarios.
Disfrutaron unos tres años felices en la casita que ella tenía en el centro del pueblo. El chalet lo ocupaban a menudo los hijos de su marido. Poco tiempo después de la boda, los hijos convencieron a su padre para que pusiera el chalé a su nombre ya que parte de él, era la herencia de su madre.
¡Sólo tres años! Hoy, el médico está en silla de ruedas. Su cabeza ya no rige como lo hacía. Necesita ayuda constante de su mujer que lo cuida con especial cariño.
En el pueblo ya todos comentan que el que dio el "bragatazo" o el "tangatazo" fue D. Martín.
Una frase viene a mi mente de sombra: "Así es el vulgo: poco juzga por la verdad, mucho por la opinión" de Cicerón.
Es un placer volver a leerte, Mara.
ResponderEliminarUn abrazo.
El placer es mío, al tenerte de nuevo por aquí. Un beso.
ResponderEliminar