¡Le dio por llorar, no todos los días se cumplen 18 primaveras!
Eran las 5 de la mañana y sonó el teléfono. Salté de la cama como una exhalación pensando en algo urgente y de mal presagio y voy descalza hasta el teléfono fijo. Entre lloros una voz joven pregunta: ¿Está Ol...?
_Sí, está durmiendo, pero... ¿Qué te pasa Lu...?. La llamada se corta. Llamo a mi hija y le digo que es su amiga Lu... Se levanta medio dormida y marca el número. Mi sombra escucha preocupada junto a ella. Por fin se oye al otro lado: "Ay Ol... estoy muy mal, que mi hermana está loca que me ha pegado..." Se corta de nuevo la llamada. Vuelve a marcar el número y pregunta:
_¿Lu..., está ahí tu hermana? ¿Es ella la que cuelga el teléfono? Tranquilízate, tu hermana ya no te pegará más. ¿Puedes hacerte una manzanilla? ¿Quieres venir para aquí? ¿Quieres que vaya?
_No, no vengas, estoy muy mal, mi hermana salió, le voy a echar el cerrojo.
_No, Lu... no, el cerrojo no lo eches, vete con tu perrita Pufi para la cama serénate y relájate como dice "el Cojo". Al otro lado del hilo la voz algo más calmada, no lloriquea ni habla tan fuerte:
_Perdona por llamarte a estas horas.
_No te preocupes. ¿Quieres que vayamos a buscarte?
_No, no, ya estoy mejor, me voy a dormir.
_¿Estás mejor ya, de verdad?
_Sí, sí, me voy a la cama con Pufi que se ha puesto triste.
_¡Vale! está bien, dentro de un rato te llamo. Muchos besos. Colgó enviando muchos besos sonoros a través del teléfono. Nos calzamos y nos sentamos a esperar. ¡Vaya curda! Menos mal que no es habitual. Sólo faltaba tener que ir ahora hasta su zona a buscarla, pero si no hay más remedio... Al final no fue necesario salir de casa a esas horas.
No somos perfectos: "He procurado diligentemente no reírme de las acciones humanas, ni llorarlas, ni abominar de ellas, sino comprenderlas" de Baruch Spinoza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario