martes, 22 de abril de 2014

¡Mi primer libro!


Como éste pero con la imagen del Buen Pastor


 Hoy vengo como Umbral. ¡A hablar de mi libro! 

Mide once cm de largo y unos seis de ancho. Fue y es porque aún lo conservo, mi primer libro. Está algo deteriorado pues además de mis manos pasó por varias manos más en días especiales. Lo primero que hice fue ponerle mi nombre. ¡Que nadie dudara quien era su dueña! Es color crema claro, con pastas de charol y cantos dorados.

 Hice la Primera Comunión cuando no había convites ni regalos y además sólo contaba con seis años. Mi hermano tenía siete años y mi madre pidió que la hiciéramos juntos. Las siete u ocho niñas, mis compañeras, iban de corto y de blanco, alguna de azul celeste e incluso una de ellas iba de rojo que a mí me parecía un color horrible para ese día ya entonces. Yo era la  única que iba de largo y de blanco  con bucles que me hizo mi madre, con una preciosa faltriquera de seda, con corona, rosario, velo... no me faltaba un detalle. 

¡Eso sí todo prestado! Tuve la suerte de que una prima mía había hecho la comunión en la capital y me dejó todo su traje y accesorios. Bueno todo no, menos mi pequeño libro que me lo compraron expresamente para ese día y para mí.. Fue lo único mío de verdad. Nunca me habían regalado un libro, pues apenas sabía leer. ¡El catecismo de memoria y de carrerilla, eso sí! 

Para mí fue un día mágico, pendiente de mi traje, de mi velo y sobre todo de mi precioso libro con tapas brillantes. Tanta distracción me agenció más de una mirada de censura de mi abuelo que se sentaba adelante junto al altar en el banco de los niños por ser el maestro. 

Mi libro tiene un precioso cierre dorado como el de los cofres y en su cubierta principal una imagen del Buen Pastor con  su rebaño de ovejas. A la hora de comulgar creí que la Sagrada Forma pingaba, porque el sacerdote la sacudía sobre el cáliz de forma parecida a cuando algo se saca de un líquido con cuidado para no manchar. Al recibirla en la boca lógicamente se me pegó al paladar y no me atrevía ni a tocarla con la lengua no se fuera a tropezar con los dientes: ¡Pecado mortal de necesidad! El traje fue devuelto a su dueña supongo que muy pronto. Mi librito quedó en mis manos con sus dibujos antiguos y su cintita blanca de raso que hace de separador. 

A la semana siguiente fui a comulgar y después me puse a leer en mi libro. Ya no quedaba nadie en la iglesia y yo seguía leyendo. El señor cura se acercó y me dijo que ya había leído mucho que podía dejarlo; yo le mostré el libro y le dije: "Es que aquí pone para leer después de la Primera Comunión" y era verdad, entre los apartados "Camino del cielo" y "Caminos del Infierno" había uno que rezaba: "Antes de la Primera Comunión" y otro "Después de la Primera Comunión" . Él sonrió y dijo que no importaba que lo podía leer en casa. Imagino al cura pensando... Pues menuda penitencia si tengo que esperar todos los días después de la misa a que tú acabes de leer lo que dice tu libro. 

Me marché. Y...  por supuesto que en casa lo leí, ¡faltaría más! 


En estos días de fiesta para los libros este es mi homenaje al que fue "mi primer libro": "Del corazón a la inteligencia es más fácil el camino que de la inteligencia al corazón." de Severo Catalina del Amo.



4 comentarios:

  1. Hola, un saludo especial, me remontase a mis 10 años de edad en los que esperaba a mi primera confesión y no sólo olvidé mis pecados sino también la penitencia que me dió el confesor por los nervios del momento, me ayudo mucho tu escrito en verdad las memorias son lo mejor y felicidades por ese libro...

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  2. ¡Cómo me ha gustado esta entrada! Preciosa de verdad. Tanto que te he mencionado hoy en mi propia entrada de fotos. Gracias por compartir. Besos mil!

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  3. Hermosa historia y hermosa que sea verdadera. Seguro que da gusto recordar cosas así. A mí me emocionó encontrar un libro viejísimo del que me leía cuentos mi madre. Encontré en él hasta una poesía que ella me recitaba de memoria. En fin, buenos recuerdos para el día del libro.
    Un abrazo.

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  4. Hola Isabella, te diré que a mis seis años una vez se me olvidó un "pecado" y volví a confesarme. ¡Qué tortura! Un abrazo.

    Gracias Freckded, ¡qué recuerdos tan pequeños de importancia y lo grandes que nos parecían! Un beso.

    Me alegro que te gustara, Enrique, todos los libros aunque ya estén desfasados como este mío, nos dicen algo y forman parte de nuestras vidas por eso lo guardo como oro en paño. Saludos.

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