Adriana de ocho años llegó del colegio triste y afligida. Se sentó en una silla de la cocina y comenzó a ponerse pálida. De repente se levantó y corrió hacia el servicio. Su mamá la siguió y le puso una mano sobre la cabeza y otra sobre la frente mientras vomitaba. Regresaron al salón. Adriana lloraba pero seguía sin decir esta boca es mía..
Con paciencia y dulces palabras, logró su madre sonsacarle su preocupación. ¡Se iba a morir! Su progenitora asustada la tranquilizó y la niña por fin comenzó a dejar salir algunas palabras y luego varias frases de un tirón: Silvia, me riñe, no quiere que juegue con otras niñas, sólo con ella y además...
Silvia, una niña de su clase, le había obligado a comer unas flores del patio y después de comerlas le había dicho que se iba a morir porque estaban envenenadas. La madre consoló a su hija lo mejor que supo, insistiendo en que en los patios de los colegios no había plantas ni flores venenosas. Por fin Adriana dejó de llorar y se convenció de que no se iba a morir.
Hay niños y niñas así, celosos y mal intencionados como Silvia que acostumbran a hacer cumplir su voluntad a otros más pequeños o de su misma edad pero más dóciles.
Los niñ@s, como los adultos tienen sus defectos: "La única desventaja de un corazón honesto es la credulidad" de Philip Sidney.
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