Fotografía obtenida de Coogle |
Hoy visita la residencia de personas mayores. A él no le gusta este lugar, quizás porque ya es mayor y como su madre, él también tendrá que entrar allí algún día no muy lejano.
Hay tres ancianas a las que las cuidadoras, entre ellas, nunca llaman por su nombre: La Duquesa, la Faraona y la Madrileña esta última hace unos meses que ha llegado. Le está costando adaptarse pero lo intenta. Es una anciana que siempre ha vivido en Madrid, de ahí el nombre, tiene 92 años y la mente muy despierta.
El hijo de la Madrileña vive en León con su familia desde hace muchos años. Piensa que es una edad muy avanzada, la de su madre, para vivir sola en la capital de España. Por eso ha decidido traerla para un lugar más cercano a su familia.
La Duquesa es una señora de familia noble, de ahí el nombre. Tiene 93 años, es muy quisquillosa y protestona, a veces se le va la olla. Un día se sentó un anciano a su lado y se levantó rápido comentando: "Si un hombre se sienta a mi lado algo querrá". Desde entonces si alguien pone una silla a su lado, ella la quita rápidamente para que ningún hombre se siente junto a ella.
La Faraona es alta y delgada, le gusta que le hagan corro y la escuchen cantar canciones de Lola Flores, de ahí el apodo. Hoy, la Madrileña tiene un grupo a su alrededor y está contando la vida que ha vivido en Madrid: habla de su traje de chulapa, de lo bien que bailaba el chotis, del Retiro... La Faraona la mira con envidia porque desde que llegó la Madrileña le ha quitado mucho protagonismo.
El hijo de la Madrileña va a verla los miércoles. La dirección de la residencia le ha recomendado que cambie la rutina algún día porque los mayores se acostumbran y luego si un día no viene la visita, ese día, se ponen muy nerviosas. Hoy es miércoles y el hijo de la Madrileña, ateniéndose a la recomendación, decidió hacer la visita el jueves. La impaciencia de su madre era mayúscula preguntándose por qué no había venido su hijo.
La Faraona que la observaba se acercó y no se le ocurrió otra cosa mejor que decirle: "Tu hijo no viene porque ha tenido un accidente y está ingresado grave en el hospital". La Madrileña comenzó a dar gritos, mientras la Faraona se reía sibilinamente. La dirección llamó al hijo de la Madrileña para que telefoneara a su madre y la tranquilizara.
_¡No, no tú no eres mi hijo que no tienes la voz de mi hijo! ¿Qué le ha pasado a mi hijo?
No había forma de calmarla. Aunque no eran horas de visita su hijo tuvo que acercarse a la residencia para que su madre durmiera tranquila. La Faraona durmió a pierna suelta regodeándose con el sufrimiento de la Madrileña.
La envidia abarca todas las edades: "Al llegar a viejos, las costumbres se vuelven tiranías" de Gustave Flaubert.
¡Feliz Semana Santa a todos los bloguero/as y en especial a mis lectores y lectoras!
¡Feliz Semana Santa a todos los bloguero/as y en especial a mis lectores y lectoras!
Vaya mala milk!
ResponderEliminar¡Buena Semana Santa!
Sí, Alfred, algunas personas de mayores tienen muy mala, pero que muy mala leche. Un abrazo.
Eliminar¡Uff! Yo creo que es verdad la frase de Flaubert. Los niños son crueles en numerosas ocasiones y los ancianos, que vuelven a ser niños otra vez, lo pueden llegar a ser. Aunque también es verdad que los hay encantadores.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande y feliz Semana Santa
Rita, estoy de acuerdo en que la mayoría son encantadores pero algunos hay que se pasan.
EliminarUn beso, espero que también haya sido feliz para ti.
Bien contadas las historias, llegar a esas edades es triste porque se pierde la realidad. Un abrazo
ResponderEliminarAsí es Ester, es triste pero yo cada vez la veo más cerca. Besos.
Eliminar¡Qué mala baba La Faraona!
ResponderEliminarBesines utópicos, Irma.-
Muy mala Irma, a veces los mayores se vuelven como niños. Un besín.
EliminarTela Genio (en este caso malafolla) y figura hasta la sepultura. Un abrazo y buena semana santa Mara.
ResponderEliminarMucho genio Ainhoa, algunas personas no mejoran con los años. Deseo que también hayas pasado unas vacaciones felices. Un beso.
EliminarAllá llegaremos, pero es cierto que a esas edades las cualidades de cada uno se magnifican...
ResponderEliminarSaludos.
A mí me da pena envejecer también, Elvis, lo malo es que no tiene remedio y llegar llegará. ¿Cómo nos comportaremos? ¿Quién lo sabe? Sólo el tiempo lo dirá. Un saludo.
EliminarGente que se comporta de esa manera las hay disponibles en todas las edades, formas y colores.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Pues sí José, por desgracia es así, pero parece que se espera que con la edad el carácter mejore y a veces se agría aún más. Un saludo.
EliminarHay gente que ni los años dulcifican, qué mala es la envidia.
ResponderEliminarBuena Pascua.
Besos
Eso parece Conxita, me gusta creer que es una minoría, pero haberlas haylas. Un beso.
EliminarLa historia, puede repetirse en cualquier residencia... Cosas de la gente mayor!
ResponderEliminarLlama la atención esos "alias" que el personal de la residencia ha puesto a las tres residentes... Lo que no deja de ser una falta de respeto. Leve eso sí.
Las no leves salen en los periódicos en la sección de sucesos.
Me consta que no ha sido tu intención al reproducir esos nombres sumarte a esa pequeña incidencia.
Abrazos Mara.
En este tipo de residencias estas cosas, Ernesto, son menudencias, como dices las graves salen en la tele. Lo de los apodos no los veo tan mal pues aluden a algo real de cada una.
EliminarSaludos.
Al llegar a ciertas edades nos volvemos como niños. Mi experiencia en visitas a una residencia no llegaron a esos limite.
ResponderEliminarSaludos.
Lo normal, Tomás, es que las visitas no se enteren de ciertos comportamientos, es suficiente con que la familia se entere, para lo bueno y para lo malo. Un saludo.
EliminarMara me ha gustado leerte, hasta hace poco más de un año he estado muy pendiente de mi madre que ha muerto con casi 99 años le han faltado 2 meses
ResponderEliminarHola Trini, has cumplido como se debe. A esa edad a veces necesitan mucha ayuda y la familia es el apoyo más grande.
EliminarSaludos.
Excelente crónica, con tres personajes femeninos, en la edad de adulto mayor, bastante característicos, y simpáticos, que demuestran en las actitudes de la Faraona, la Madrileña, y la Duquesa, que algo queda en la etapa valetudinaria, de los tiempos más lúcidos, y que temperamento se vuelve hostil. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarEsperemos Carlos, que el temperamento no se vuelva hostil en todos los casos pero sí es verdad que la que es envidiosa de joven de mayor sigue siéndolo.
EliminarSaldos.
A mis 83 ¿primaveras? y todavía gracias a Dios en mi casa con mi esposa, no puedo comentar mucho acerca de si en la ancianidad se acentúan o no las envidias. La vida en hogares especiales debe tener ventajas porque son claramente mejores que la soledad, pero también el inconveniente de "familias" muy grandes y algunos de sus miembros destemplados.
ResponderEliminarSaludos, Mara, desde el otro lado del mundo.
Por tu forma de escribir, Esteban, estás hecho un chaval. Además sigues en tu casa rodeado de los tuyos aunque no vivan contigo y eso es muy grande. La soledad en los casos como el que narro a veces hace el carácter frío e interesado.
EliminarUn abrazo desde este lado del mundo.
Yo pienso que el llegar a edad avanzada no te vuelve envidioso, yo lo que percibo es que quien es bueno se hace más bueno todavía y el que es antipático lo es aún más. Se potencia la forma de ser y en una residencia se magnifica.
ResponderEliminarSAludos.
Yo estoy contigo Manuela, si no eres envidioso la edad no te hará serlo por más que tus circunstancias cambien. Un abrazo.
EliminarMientras tengamos salud, lo mejor es estar en nuestra casa, creo que debemos de ir a una residencia cuando no nos podemos valer por nosotros mismos. Al principio tiene que ser dura la estancia en un lugar donde no conoces a nadie.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tú lo has dicho Helio, la salud lo primero. El momento llegará, pero mientras podamos elegir la mayoría deseamos estar en nuestra casa, lo demás el tiempo decidirá por nosotros. Yo también pienso que ha de ser duro porque quien más quien menos todos tenemos nuestras manías y costumbres.
EliminarSaludos.
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