martes, 6 de noviembre de 2012

¡A las castañas!




¡Yo soy!


 ¡Ha sido una hermosa tarde otoñal!

 Hemos ido hasta el pueblo para recoger castañas. ¡Me encanta ir al monte a las castañas, más por el disfrute del paseo que por el fruto en sí! 

Aparcamos el Mitsubishi a las afueras, frente a la casa de la anciana Julia: Nada más oír el ruido del motor, salió a saludarnos:

 _¡Ya me veis, cada vez más sola, ni vecinos tengo ya! ¿Vais al monte a los castañales? Yo también los tengo junto a los vuestros, pero no me atrevo a ir sola a verlos, por si me pierdo entre las encinas.

 _Vamos allá que la tarde está hermosa _comenté. Ella continuó:

 _ ¡Cómo le gustaban las castañas a mi madre! Entonces apenas teníamos castañas. Mi madre cocía un pote de ellas junto a la lumbre, las escurría, las metía en un cesto y las tapaba con un paño para que mantuvieran el calor. Cuando las repartía, iba contando, nos daba una docena a cada uno. ¡Eramos muchos hija! Ella también cogía su parte pero no las comía en el momento como nosotros. Las guardaba en la bolsa que las mujeres se hacían de cualquier paño y llevaban bajo el mandil o la saya. 

_La faltriquera _apunté. 

_Eso, la faltriquera _repitió ella_ siempre llevaba una navaja en ella. Así que cuando acababa de hacer las labores, se iba al corral y se sentaba al sol. Con su navaja, iba pelando las castañas y comiéndolas. ¡No se le caía ni una miguita así! _señalaba mientras juntaba la punta del pulgar y el índice poniéndolos a la altura de sus ojos y los míos_ parece que la estoy viendo. Ahora tenemos de todo, pero ella apenas disfrutó de nada.

_Intento despedirme. Aún tenemos que caminar un trecho. Ella siguió: 

_¡Pobre madre cómo se casaría así! Fueron a su casa el tío F... y el tío S... y le dijeron a su padre que se tenía que casar con mi padre y se casó. Entonces las cosas eran así. Mi padre al poco tiempo se tuvo que ir a la mili a África, que entonces duraba dos años o más. Dejó a mi madre embarazada. Tengo cartas de él, que dice lo que la echaba de menos y las ganas de conocer a la niña. ¡Qué tiempos! 

Me gustó escucharla, aunque las tardes son cortas y se nos iba el tiempo. 

Subimos hacia el monte. Llenamos el cesto. Había muchas y buenas castañas. Los niños dijeron: ¿Cuándo hacemos lo mejor? Lo mejor para ellos es dar un paseo a través del monte por el camino de Los Carreteros, buscando huellas de: conejos, liebres, corzos... 


Fue una tarde bonita, de las que dejan un recuerdo agradable: "Alégrate de la vida porque ella te da la oportunidad de amar, de trabajar, de jugar y de mirar las estrellas" de Henry Van Dyke.




5 comentarios:

  1. Precioso, me encantaría conocer a la anciana Julia y escuchar sus historias... Las historias que cuentan los ancianos siempre son maravillosas y llenas de color...

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  2. Ra, el próximo año venís y vamos todos un día. Los niños no lo van a olvidar nunca. Megabesos.

    Yliria, gracias por tu visita y tus palabras. La verdad es que merece la pena escuchar estas historias que son para mí entrañables. Saludos.

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  3. Una historia muy tierna. Gracias.
    Saludos

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  4. Gracias a ti, Enrique. Un saludo.

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