Lara, que a finales de año cumplirá ocho años, llegó triste de clase y se abrazó a su madre llorando a la vez que decía: Mamá yo no quería decirlo, yo no quería decirlo, yo no quería...
Su madre intrigada la consoló y cuando estuvo más calmada la niña comenzó a contar:
Izan, un niño de su clase con los ocho años cumplidos, le dijo a Lara en el recreo como jugando:
_Si tuvieras que matar a tu padre o a tu madre, ¿a quién matarías primero? La niña dijo que a ninguno pero Izan insistió:
_Eso no vale, hay que decir uno de los dos: o a tu madre o a tu padre. Lara siguió diciendo que no y que no, pero su compañero siguió insistiendo y... terminó por claudicar y había elegido:
_¡A mi padre! Había dicho, pero ella no quería decirlo.
Por eso ahora abrazada a su madre repetía inconsolable, que ella no había querido decirlo. Su madre, con buen criterio, le dijo que ahora ya había pasado y que no se sintiera culpable, pero le advirtió: La próxima vez no te dejes convencer ni jugando. Hay que ser fiel a unos principios. Tú nos quieres mucho a los dos por lo que nadie te puede obligar a elegir. La niña por fin logró quitarse un gran peso de encima.
Mi sombra reflexiona: ¿De dónde sacan, estos pequeños monstruos, semejantes preguntas? Casi puedo asegurar que de la televisión pero... no deja de ser algo preocupante.
Me recuerda una leyenda que oí de niña: Un hombre contemplaba cómo en un río se ahogaban su mujer y su madre. ¿Por quién se decidiría el hombre para tirarse a salvarla primero? ¿Por su mujer o por su madre? y te daban la respuesta: Por su madre porque mujeres hay muchas y madre una sola.
En este caso Lara, sólo tiene un padre y una madre y únicamente cada ser humano puede ponerse en semejante disyuntiva. Nadie ha de obligarte a decidirte por uno u otro progenitor.
De todas formas: "Nos empeñamos en crear males imaginarios; sabiendo que hemos de tropezar con tantos de verdad" de Oliver Goldsmith.
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