Le llamaban "Quesejoda". Quesejoda era padre de familia numerosa aunque a él no le gustaban nada los críos. Era un hombre serio y taciturno. Al que a pesar de su mal carácter no le molestaba que todo el mundo le llamara por el apodo "Quesejoda" por ser prácticamente su única frase repetida cientos de veces.
Ese día iba a labrar su viña. En el camino vio un gato enmarañado en unas zarzas y dijo su frase: "quesejoda". Se encontró con un vecino, que le confesó que a fulano se le había averiado el tractor y comentó: "quesejoda". Al llegar a casa su mujer amamantaba al bebé mientras uno de los mellizos de tres años jugaba a encender y apagar un encendedor. Su esposa le dijo al padre que le quitara el mechero al guaje que se iba a quemar. No le hizo caso, miró para el crío y dijo: "quesejoda" Salió al corral. En el corral su otro mellizo lloraba porque se había caído y sangraba de una rodilla "quesejoda" masculló él para sí.
Sin hacer caso al pequeño, Quesejoda subió a una gran escalera de mano que daba al boquerón del pajar, allí siempre guardaba una botella, no de agua precisamente. No era un bebedor pero le encantaba echar un trago de vez en cuando. Cogió la botella y en ese momento un enjambre de insectos se le echó encima acribillándolo a picotazos. Cerró la boca, cerró los ojos y manoteó con una mano mientras con la otra se sujetaba a la escalera. Bajó cuatro o cinco travesaños y como no aguantaba más los picotazos se lanzó al suelo. Cayó mal, algo le pasaba a sus tobillos, las piernas no le obedecían.
El pequeño paró de llorar en seco y le miraba asombrado con la boca abierta. Su padre con la boca cerrada le hacía gestos para que avisara a alguien.
La voz de su vecino entró en la casa llamándole a gritos: ¡QUESEJODA! ¡QUESEJODA!... Pero... Quesejoda seguía con la boca cerrada arrastrándose encogido hacía la puerta con un montón de puntos negros en su espalda, sus brazos y su cabeza.
Paradojas de la vida: "El socorro en la necesidad, aunque sea poco, ayuda mucho" de Mateo Alemán.
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