jueves, 14 de mayo de 2015

Quitarse la vida

 
                                      


Se tiende a no hablar de suicidios pero el número de casas aumenta. El último que me ha producido un gran impacto fue el de una profesora de La Robla que con sólo 41 años se quitó la vida el pasado 16 de abril.

 Sin embargo al leer el Diario venía la jaculatoria de siempre: "Habiendo recibido los santos sacramentos y la bendición apostólica" ¿Por qué no tenemos valor para escribir la verdad? o al menos obviarla pero no tergiversarla. Somos libres para dejar esta vida si ése es nuestro deseo, aunque a veces el arrepentimiento llega tarde. Para ella acabó el sufrimiento. Para su familia no ha hecho más que empezar ya que en estos casos los allegados se sienten culpables por no haber hecho algo que hubiera evitado el fatal desenlace.

Conozco el caso de una leonesa con tres hijos en edad escolar que tuvo una discusión con su compañero. Decidió asomarse a una ventana de su piso, un primero, tuvo intención de tirarse pero no lo hizo. De nuevo volvieron a la discusión su compañero y ella y esta vez lo hizo, fue hacia la ventana y se tiró.

 Aparentemente sufrió traumatismos que no parecían graves. Su amiga la visitó en el hospital y no paraba de sacar una pierna por un lado de la cama y mover el pie. Tanto que la amiga le dijo: 

_Para, ya de mover la pierna que te han dicho que guardes reposo. 

Los médicos decidieron que había que operar un problema entre dos vértebras y desde la operación sus piernas no volvieron a moverse. Dos años en el hospital de tetrapléjicos en Toledo. Los nueve meses últimos tumbada sobre una especie de arco boca abajo porque tenía una enorme escara en la espalda de la operación por la que entraba un puño y no curaba.

 Regresó a León hace un año y ya para siempre inseparable de su silla de ruedas. Ella, que era una sílfide,  padece ahora gordura mórbida. Pasa los días disfrutando de sus hijos, aceptando su modo de vida y recriminándose por su ramalazo de furia. Recientemente ha fallecido un hombre paralítico y le han regalado su silla eléctrica. Se siente feliz de disfrutar de una silla eléctrica que le da mucha más autonomía.


 ¿Quién puede juzgar esos momentos de locura?  "La desesperación nos enturbia la vista y nos tapa los oídos. No vemos otra cosa que tenebrosos fantasmas, y sólo oímos el latido de nuestro agitado corazón" de Khalil Gibran.  



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