¡Yo soy!
Para no olvidar esta tradición, tan nuestra, celebramos un "filandón familiar". Cada persona recordó algo lejano en el tiempo. Mi sombra relató algo que oyó contar a mi abuelo Luis:
Un amigo suyo, Mario, había criado desde cachorro a un lobezno. Le llamó Nanuk. El lobo creció y le acompañaba como si fuera un gran perro. Muchas veces, Mario y mi abuelo, iban a dar paseos a caballo y el lobo les acompañaba.
Una tarde de invierno, los dos amigos, cada uno con su capa negra, iban a caballo hasta un pueblo cercano. El hermoso Nanuk iba al lado del caballo de su dueño. Mi abuelo le comentó:
_Un lobo siempre será un lobo, un animal salvaje. No te confíes, Mario, cualquier día te da un disgusto. El dueño del lobo le contestó:
_Nanuk, es como un perro, más fiel no lo hay. Mi abuelo le propuso:
_Vamos a hacer una prueba para ver lo que hace. ¡Tira tu capa! Mario tiró su capa al suelo.
Aún no había llegado la capa al suelo y ya el lobo se había ensañado con ella, mordiéndola, desgarrándola y haciéndola trizas "en menos que canta el gallo".
Cuando Mario vio lo que había hecho con su capa, Nanuk, se quedó sin palabras. Fue mi abuelo el que habló:
_Mario, ya lo has visto, el instinto es el instinto, si un día por mala suerte te caes del caballo, a lo mejor no lo cuentas. Con gran pena poco tiempo después Mario, hizo entrega de su gran compañero lobo, a un lejano monte.
Mi mente de sombra musita: "Hasta que no hayas amado, a un animal, una parte de tu alma estará dormida" de Anatole France.
Qué interesante historia. En los filandones que he estado casi siempre salen historias de lobos. Ahora podré contar una ;-)
ResponderEliminarMe ha parecido muy original esta historia. un beso.
ResponderEliminarMe alegro que os haya gustado. Alguna más recordaré.
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