¡Yo soy!
Mi sombra la ve caminar con aspecto triste.
Trabajó en otra comunidad unos años. Al fallecer su padre y siendo hija única, decidió venirse a León para un nuevo trabajo en una pequeña empresa.
Su madre, dejó el pueblo para venirse a vivir con ella y paliar su soledad. Como aquí no tenían conocidos, se aferraron la una a la otra.
Pasaron los años. Su madre enfermó. Aunque contrató a una señora para su cuidado. Su vida era: trabajo-madre-casa o bien: madre-trabajo-casa.
Se jubiló y se dio cuenta de que nunca pensaba en ella separada de su madre. Es ahora cuando su madre entrañable y amorosa siempre con ella, por su enfermedad, la trata como a una desconocida y la insulta.
Mientras... ella echando la vista atrás sólo ve dos personas: "Ella y su madre, su madre y ella" y se pregunta: ¿Mereció la pena?
Esta sombra le tiene un gran aprecio y pensando en ella, recuerda las palabras del gran filósofo griego, escritas 360 años A C. :
"Nadie es dueño de tu felicidad, por eso no entregues tu alegría, tu paz, tu vida en las manos de nadie, absolutamente de nadie. Somos libres, no pertenecemos a nadie y no podemos querer ser dueños de los deseos, de la voluntad, o de los sueños de quien quiera que sea" lo dice Aristóteles en "La revolución del alma".
Tu reflexión me llega en un momento complicado.
ResponderEliminarMe ha gustado.
Agradezco el recuerdo de las pañabras de Aristoteles.¡Que bien nos vendría utilizarlas mas a menudo!
Saludos
Lo que cuenta es la intención a pesar del resultado.
ResponderEliminarYo también estoy con él, nuestra vida la hemos de dirigir nosotros. Un saludo.