¡Yo soy!
El cementerio está apartado del pueblo, en lo alto de una loma. La misa de entierro fue normal, el traslado del féretro también. Cuando estaban a punto de meter el ataúd en la fosa, una mujer comenzó a gritar histérica que habían cogido casi medio metro del terreno que correspondía a la sepultura de un ser querido suyo.
El cura se había ido después de los últimos responsos, sin esperar a la bajada de la caja con el muerto a la fosa. Bajaba deprisa por la cuesta, pensando en ir a jugar su partida de mus.
En lo alto apareció un hombre que le gritó que volviera que la mujer no dejaba enterrar al muerto. Volvió sobre sus pasos. A estas alturas ya había un bando de personas al lado de la mujer y otro al lado de la familia del muerto. La mujer seguía vociferando. El cura se dirigió hacia ella y le preguntó:
_Señora Nélida, ¿usted ha comprado esta tumba?
_No señor _contestó la mujer_ pero usted les ha vendido parte de la mía.
_Está bien, pues si no la ha comprado, deje que sigan con el entierro y si quiere protestar vaya al Obispado. La mujer enmudeció. Terminado el entierro la gente bajaba comentando:
_Pues tiene razón Nélida ¿Quién es el cura para vender parte del espacio de su sepultura? ¡Si es suya, es suya!
_ ¡Vaya espectáculo que ha dado esta mujer! ¡Claro que si la tumba es suya...!
_¡Así está el cementerio, de pena! Sin pasillos y con los panteones aprisionadas unos sobre otros. Mientras tanto la ampliación del cementerio que hizo el Ayuntamiento, sin una tumba, todo porque el cura se niega a bendecirlo. Que cuando sea del Obispado. ¡Qué coño va a ser del Obispado si lo hizo el Ayuntamiento!
En el pueblo ya han sido varias las personas que han enfermado por haber revendido el cura, parte de su sepultura.
Mi sombra suspira: "Tú sola, oh, muerte, puedes curar los males que no tienen remedio" de Esquilo.
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