¡Yo soy!
Pablo y Sergio son hermanos. Cursan tercero y cuarto de Primaria respectivamente.
Pablo es el primer año que asiste a la catequesis de preparación para hacer la Primera comunión. Para Sergio es el segundo año de catequesis. El deseo de sus padres era que recibieran juntos el Sagrado Sacramento. Así los gastos serían menores.
Durante todo el año, Sergio, se ha quejado de la hora de la catequesis: Que no iban sus amigos, que por qué él tiene que ir dos años. Que tiene que ir con los de tercero cuando él es de cuarto...
Llegó el mes de Mayo y con él, el día de la cita. Los dos hermanos con su traje de etiqueta, se dirigieron a la Iglesia. Los niños y niñas de la clase de tercero convertidos en príncipes y princesas iban entrando en el templo y colocándose en los lugares previamente adornados y preparados para la ocasión.
Todos los invitados vestidos con sus mejores galas. Padres y madres orgullos@s junto a sus hijos. Las fotografías realizadas desde hacía más de un mes. El restaurante reservado. El menú elegido. Los regalos recibidos...
El sacerdote salió con sus acólitos y dijo unas palabras de bienvenida a todos los presentes. Comenzó la Santa Misa.
Y... llegó el momento de dar a cada niño su primera cita con la Sagrada Forma.
Fue en ese preciso instante cuando Sergio dijo: ¡NO! Fue un no, mudo, moviendo su cabeza de un lado a otro. El sacerdote paró ante él con el Cuerpo de Cristo en su mano. Dudó un segundo. El niño apretó sus labios y puso sus manos a la espalda. El sacerdote siguió dando la Primera Comunión al resto de los niñ@s. Al finalizar, volvió a detenerse junto a Sergio, que mudo, volvió a negarse.
Se acercó su madre, luego su padre. No hubo nada que hacer. Los asistentes sonreían espectantes.
Terminó la Eucaristía y el oficiante salió en busca de Sergio, Pablo y sus padres, para ver si en la sacristía...
¡Nada, no quiso comulgar! ¡Se negó en redondo! El niño parecía triste. A la salida se oían los comentarios entre sonrisas:
_¡Se echó para atrás!
_¡Se pondría nervioso!
_¡Le daría miedo!
_Ese, cab... pensó: "A mí nadie me va a dar una hostia".
Mi sombra, que también sonrió, intentó comprender: "No debemos sonreír ante las tristezas de un niño. Todos los dolores son iguales" de Carl Van Lerberghe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario