lunes, 14 de abril de 2008

En la Fuente de Santa Ana





¡Yo soy!





Mi sombra a los pies de una de las fuentes más bonitas de la ciudad, está ensimismada contemplando los blancos chorros y las cascadas ruidosas. ¡De pronto oigo unos cascos de caballo! Sí, sí de vez en cuando pasan peregrinos a caballo. Son dos frailes con hábito. Los peregrinos en sus caballos siguen adentrándose en la ciudad.

Yo recuerdo la historia que mi madre me contaba de niña. A su padre internado en un colegio religioso de León cuando tenía 14 años, le llegó la noticia de que su padre había muerto. El adolescente pidió permiso para ir al entierro. No se lo dieron. Entonces, mi abuelo, decidió escaparse.

Corriendo y andando el muchacho atravesaba Benavides de Orbigo, ya muy cerca de su pueblo. ¡De repente unos cascos de caballo se pusieron a su lado! No le dio tiempo a reaccionar. Un fraile lo levantó en el aire mientras otro lo subía a su caballo. A galope tendido regresaron con él a León.

¡¡Nunca se lo perdonó!!


"Hacer sufrir es la única manera de aquivocarse" de Albert Camus.





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