En mi pueblo llamamos "torca" a las brechas más o menos grandes que el agua hace en las laderas del monte al bajar cuando llueve torrencialmente y que más tarde va desmoronándose poco a poco dejando pendientes sin vegetación.
Cerca de nuestra casa, en el pueblo, termina una "torca". Casi siempre está seca pues el agua al estar en pendiente no se acumula aunque llueva. y más de uno y más de dos arrojan basuras en ella: cascotes de obra, botellas, pintura...
Aquel día los cinco niños, primos entre sí con edades comprendidas entre los siete y los cuatro años, jugaban cerca de la "torca" en el Camino de Estébanez.
Uno de ellos, no sabemos cuál, descubrió entre los cascotes unas pastillas de colores. Alertó a los demás que se acercaron y comenzaron a coger lo que ellos pensaron que eran golosinas. Fue Ramiro, el mayor, quien se encargó de repartirlas y así "como el que reparte y bien reparte para él deja la mejor parte" él se quedó con más grageas de colores. Las fueron ingiriendo y siguieron jugando hasta que las madres les llamaron para darles la merienda.
Notaron a los niños raros. Aapenas quisieron merendar. Decidieron adelantar la cena y acostarlos pronto. Cuando estaban poniendo el pijama a Toñín, éste se desmayó entre los brazos de su madre. Los otros cuatro comenzaron a sentirse mal y a tener mucho sueño Preguntaron al mayor, pálido y a punto de marearse, qué habían tomado y contó lo de las pastillitas de colores.
Inmediatamente trasladaron a los niños al hospital. El mayor, estuvo más para allá que para acá. Toñín decía: "Ya no volveré a comer más pastillas". Los cinco salieron bien del trance que pudo haber sido muy grave.
Lo peor fue que no podían decir en el hospital qué clase de medicamento habían tomado porque nunca lo supieron. ¡Qué negligencia, tirar grageas de colores en cualquier lugar, cuando todo medicamento caducado, se puede depositar en la farmacia más cercana!
Esta vez hubo suerte: "El deber es algo que se exige a los demás" de Alejandro Dumas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario