Desahucios y suicidios, que siempre los ha habido, no tienen por qué ir de la mano aunque a veces sea la gota que colme el vaso.
Mi sombra tendría diez o doce años. Cada año iba a la fiesta de Veguellina de Órbigo y a la de La Estación por El Carmen.
Cada año lo veía. Cada año me impresionaba y cada año pensaba lo mismo pero nunca me atreví a decirlo en voz alta. Sobre todo al cruzar las vías del tren en la Estación. Por mucha gente que hubiera alrededor yo no podía apartar los ojos de aquella tabla con ruedas sobre la que iba un hombre que no tenía piernas. Sus remos eran sus manos y así se deslizaba por entre la gente a ras de suelo con su cuerpo menudo y sus muñones al aire.
Mis primas, de las que era invitada, me contaron que aquel hombre estaba sin piernas porque se había tirado al tren. ¡Así a bocajarro! Cuando me lo dijeron ya no supe que me impresionó más, si verlo, o escuchar que se había tirado al tren. Mi imaginación adolescente veía sus piernas lanzadas a distancia entre las vías y la otra parte de su cuerpo al otro lado ensangrentada.
Para mí ver pasar el tren era una gozada y jamás había pensado que nadie tuviera valor para lanzarse bajo la gigantesca oruga de hierro que pasaba a veces como un relámpago, atronando el silencio. ¡Por muy largo que fuera el tren, siempre nos parecía corto! Nuestros púberes cuerpos le salían a esperar en cuanto se bajaba la barrera. Posábamos nuestros ojos en él y viajábamos con la mirada a su lado hasta que lo perdíamos de vista. Y la frase nunca dicha me venía a la mente: "Pues para quedar sin piernas, mejor tirarse otra vez y acabar de una vez porque así...".
Hoy desde la lejanía del tiempo, comprendo mejor que se hubiera arrepentido de su decisión y prefiriera vivir deslizándose por el suelo a no vivir. Aún así pienso: ¡Cómo puede cambiar nuestraa vida en un segundo de locura!
¿Qué puede llevar a una persona a cambiar el presente de su vida por un futuro semejante?
Y sin embargo... todas las vidas son, eso, vidas:"A veces estamos demasiado dispuestos a creer que el presente es el único estado posible de las cosas" de Marcel Proust.
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